Roban pero hacen ● María Jesusa Izaguirre
Se ha naturalizado la aceptación de la corrupción como parte inherente a nuestro sistema de vida imposible de subsanar. Una mezcla de indignación, resignación, e indiferencia parecieran ser las distintas y confusas manifestaciones del duelo argentino por la ética perdida que se expresa en un alto nivel de tolerancia social hacia la corrupción. Muestra de ello son los resultados de las encuestas que la colocan en el cuarto lugar entre las prioridades y preocupaciones ciudadanas luego de la inseguridad, la inflación y el desempleo.
Según el Índice de Percepción de Corrupción elaborado por Transparencia Internacional (ONG que promueve medidas contra crímenes corporativos y corrupción política en el ámbito internacional) la Argentina ocupa el puesto 107 sobre los 175 países evaluados, colocándose en el pelotón de países con mayores índices de corrupción del mundo, habiendo descendido de manera consecutiva desde 2012 año en el cual se encontraba en el posición 102. En el ranking regional se colocó por debajo de Uruguay, Chile, Brasil, Perú, Colombia, Bolivia y México. Sólo fue superada por Ecuador, Paraguay y Venezuela, que está al fondo de la tabla.
Lo que nos falta analizar en profundidad, sin embargo, es lo que se deja de hacer cuando se roba estableciendo la estrecha relación de la corrupción con los problemas cotidianos. Si hay pobreza es porque la corrupción la alienta, multiplica los pobres con el objetivo de su disciplinamiento, siendo el clientelismo su manifestación más clara. Si nos falta dinero para educación o salud, o más aún si no nos falta ya que existe un adecuado presupuesto para tales fines y éste no se traduce en un mejoramiento de esos servicios esenciales es porque hay corrupción.
Si hay inflación y en el supermercado compramos cada vez menos es, entre otras cosas, porque en distintos niveles de la cadena productiva existe un estado prebendario que beneficia a amigos en perjuicio de la mayoría. Si no se construyen más viviendas sociales y los planes proyectados no se han cumplido es porque hay corrupción. Que si hay inseguridad es porque la corrupción está enquistada en sectores policiales, políticos y judiciales en connivencia con el crimen organizado y el narcotráfico. Y aún más, si nuestra deuda externa todavía no ha sido auditada para saber qué parte de ella es ilegítima es porque fue generada en buena parte por la corrupción.
La corrupción puede y debe erradicarse. Otros países lo han logrado y los argentinos necesitamos volver a creer en la ética como valor irrenunciable de nuestra dignidad ciudadana. Necesitamos denodadamente y sin tregua dar una batalla ejemplificadora contra la impunidad que comience con el juzgamiento y condena de quienes han cometido actos de corrupción que nos permita soñar y volver a creer en un mañana mejor. Los argentinos nos lo merecemos, los argentinos lo necesitamos imperiosamente: barajar y dar de nuevo.
María Jesusa Izaguirre
Lic. en Economía
Secretaria de Economía Social
Partido Socialista Río Negro
Centro Socialista Valle Medio
Partido Socialista de Río Negro en el Frente Progresista