Identidad, mito y conflicto ● Orlando Javier Carriqueo
Me voy a referir al tema del dossier sobre el pueblo mapuche recientemente publicado en el diario Río Negro desde una posición netamente parcial: desde mi identidad Mapuche, que valoro profundamente, pues le da sentido a todo lo que intento hacer en este mundo.
Identidad que no es un invento, es milenaria, distinta quizás a la de muchas personas que habitan éste país; ni mejor, ni peor, distinta.
Identidad silenciada durante muchos años, como una forma de resistencia que nos dieron nuestros mayores en su afán de protegernos de tanta barbarie. Porque si llevarse a nuestros niños y mujeres, como lo hizo el Ejército acompañado por la Iglesia Católica, para que jamás sus familiares conocieran el destino cierto, no le cabe, -según Romero- la denominación de desaparición forzada de personas, no deja de llamarse, por lo menos, injusticia.
Si cuando encarcelaron hombres y mujeres mapuche, sin más motivos que el de correrlos de sus lugares de origen, lo hicieron literalmente en corrales distintos, para que no siguieran procreando, y a esto no puede llamársele campos de concentración, es, por lo menos, una injusticia.
Si cuando el juez de paz, fue otorgando los documentos que acreditaban a la persona como de nacionalidad Argentina, cambió los apellidos a su antojo, y a esto no puede llamársele supresión de identidad, es, por lo menos, una injusticia.
Estos hechos, junto a otros igualmente penosos para nuestra gente, no ocurrieron durante la última dictadura militar de 1976, sino durante la Campaña del Desierto y más tarde con la actuación de la Policía Fronteriza. Con un objetivo claro y preciso: despoblar la Patagonia de sus antiguos habitantes y repartir millones de hectáreas de tierras, entre la oligarquía terrateniente de Buenos Aires y sus socios ingleses.
A la luz del pensamiento de Luis Alberto Romero, estos hechos no tienen la suficiente entidad para ser definidos como genocidio. Y no importa el nombre que quiera usar, para nosotros, que sufrimos esta situación, lo que sucedió -y está fehacientemente documentado en el Archivo General de la Nación, artículos periodísticos de la época y libros de investigación-, es lisa y llanamente una injusticia histórica.
Identidad construida y reconstruida a través de la memoria de milenios, con rasgos comunes que nos identifican, vivencias que nos acercan, historia común que nos iguala y nos interpela, a la vez, en busca de un camino que nos lleve a la Pluriculturalidad.
Esta construcción, necesariamente implica el reconocimiento de lo distinto y la aceptación, como un desafío en la transformación de las,sociedades, al contrario de lo que opina Laría, que ve como peligroso el resurgimiento de minorías étnicas. En principio, porque nunca fuimos minoría, eso es un mito que está muy arraigado en el imaginario colectivo y que el diario intenta reforzar. El Doctor en Biología, investigador del Conicet y director del Servicio de Huellas Digitales Genéticas de Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, Daniel Corach realizó una investigación que derribó este mito preciado para toda la sociedad Argentina: «el 60 por ciento de los argentinos tiene antecedentes indígenas, componentes genéticos amerindios, de los pueblos nativos».(1)
En segundo lugar, porque lo que resurge no son los Pueblos, sino, la necesidad de reconocimiento de los sucesos históricos y sus demandas entre los que, principalmente, están los territorios. Sin embargo, somos conscientes de que estos nuevos derechos, que tanto parecen molestar a Laría, colisionan con intereses económicos de minorías que él parece estar dispuesto a defender, y es allí, donde la visibilización que logramos de la mano de históricos procesos de cambios vividos en toda Latinoamérica, se convierte para algunos en «problema». Nosotros siempre estuvimos aquí, antes que el Estado Argentino tal como se lo conoce hoy se conformara, hemos contribuido a la grandeza de este país desde los lugares más anónimos, aun así,hemos sido considerados poco menos que personas, padecimos una política de desintegración de nuestra cultura por parte del Estado, en complicidad con la Iglesia Católica, y conductas excluyentes de una sociedad que se extendieron casi hasta nuestros días.
Preexistencia y participación política
Aleardo Laría alienta un inexplicable temor y rechazo a la participación política del pueblo Mapuche o de cualquier otro pueblo cuando se expresa en términos tales como «el problema que se abre con el reconocimiento de los derechos colectivos es que se estimulan los intentos políticos de los grupos que, por motivos diversos, cuestionan nuestra actual organización política y social». Pareciera que cuestionar el estado actual de las cosas es una dificultad que sería mejor no sortear y allí ve también una actitud pasiva del Estado, que reconoce a través de la Constitución Nacional y los tratados internacionales la preexistencia de los pueblos originarios en nuestro país. Le resultan incómodos y conflictivos los derechos plasmados en esas normas que plantean una «suerte» de consulta previa a las comunidades en todo lo que las afecte, o «introducen un tema conflictivo al reconocer los Derechos Colectivos». Seguramente él hubiera preferido que esto nunca sucediera, añora la represión cuando expresa » alguna vez los conflictos fueron reprimidos”. Lamentablemente no observa en ningún momento que, en todo caso, la política, es la herramienta que debemos favorecer para encontrar un camino que nos conduzca a una sociedad integrada. Solo se ocupa de cuestionar las demandas que traen aparejado estos legítimos reconocimientos, frutos de años de luchas de los pueblos originarios en todo el mundo. O tal vez piensa que solo él puede plantear modificaciones al sistema político, cuando expresa en el libro de su autoría, la visión del sistema presidencial y sus desventajas en relación al parlamentarismo.(2)
Desinforma el artículo periodístico en su infografía sobre las comunidades asentadas en las provincias de Río Negro y Neuquén: son más de un centenar en cada una de ellas. El cuadro siguiente, refleja la cantidad de comunidades relevadas en la provincia de Río Negro, cuando se desarrollaba sólo el 50 por ciento del relevamiento territorial de la Ley Nacional 26160, en agosto de 2012.(3)
Programa de Relevamiento Territorial Ley 26.160
Territorios relevados a agosto de 2012 824.276 Has.
Desinforma cuando describe el conflicto con la firma Benetton, «supuestamente poseedora de 900.000 hectáreas en la Patagonia». Esto debiera ser una afirmación: el título de propiedad que ostenta la firma, tiene su inicio en la donación de 900.000 hectáreas por parte del Presidente José Evaristo Uriburu en el año 1896 a diez estancieros ingleses, luego «adquirida» por The Argentinean Southern Land Company, rebautizada Compañía de Tierras del Sud Argentino, y en el año 1991 traspasada a la firma Edizione Holding Internacional, propiedad de la familia Benetton. (4)
Afirma que Charles Darwin en 1833 no encontró ningún Mapuche en su recorrido por la Patagonia, paradójicamente un compatriota de él, Thomas Falkner, ya había escrito y publicado en el año,1774, Descripción de la Patagonia, en dónde en base a sus anotaciones y entrevistas afirma nuestra presencia en estas tierras. En el último capítulo del mismo, describe el idioma de los Moluches, que es lo que hoy se conoce como Mapuzungün o mapuche. La negación de nuestra preexistencia y desarrollo en lo que hoy se conoce como Patagonia argentina es, en razón de mucha nueva bibliografía e investigaciones antropológicas, solo un mito con mucha prensa, mito arraigado en la sociedad y una excusa para desconocer nuestra presencia, sobre todo nuestros derechos territoriales.
Estigmatización, pluriculturalidad y función social de la tierra
Lo que el artículo describe como usurpaciones, para nosotros se llama recuperación territorial; lo que el diario llama boicot y bloqueos, es para nosotros el ejercicio de nuestros derechos consagrados en la Constitución Nacional; lo que el diario llama «inédita concesión, Justicia indígena», para nosotros, es un histórico logro.
Al contrario de lo que infiere el dossier, nuestra identidad no se construye en contraposición a nadie y no es, como supone el periodista, una ficción. Nuestra identidad se define también por el espacio territorial que ocupamos. Hoy parte de nuestra gente vive en los barrios, villas y asentamientos de las grandes ciudades, sin por ello perder identidad u origen. Venimos atravesados por siglos de una cultura occidental, sin embargo fuimos conservando nuestra manera de ver el mundo, la relación con la naturaleza, lengua y cultura que nos identifica, donde principalmente lo colectivo está por encima de lo individual, si bien es cierto, no somos el mismo pueblo de hace dos siglos, no es necesario usar lanza, boleadoras y montar a caballo para considerarnos mapuche con identidad. Nos basta con el auto-reconocimiento, que venimos asumiendo día a día.
Somos preexistentes al Estado Argentino, pero somos parte de la historia de éste país desde sus orígenes, por tanto, parte del presente y futuro. No tenemos ánimos separatistas, no hacemos de la violencia un culto, no pretendemos ir a la lucha «armada» para la «liberación nacional», tal como supone Laría. Lamentablemente este artículo desnuda un pensamiento retrógrado y discriminatorio, en tanto intenta estigmatizarnos como violentos, usurpadores, oportunistas e irracionales.
Buscamos avanzar en la plena integración en esta sociedad, somos conscientes que hay mucho camino por recorrer, dificultades que sortear, barreras que cruzar. En este sentido apostamos a la educación y la política como herramientas fundamentales y necesarias para la obtención de resultados que nos lleven a una sociedad más justa e igualitaria.
Es cierto que muchas veces tendremos miradas distintas. Frente a la propiedad privada, proponemos el espacio colectivo; frente al individualismo, lo comunitario; frente al agronegocio, la agricultura familiar. Frente al gran debate de la minería y el petróleo, proponemos también un debate sobre la distribución de las tierras en Argentina, la legitimidad de los títulos legales otorgados que permitieron la concentración de las mismas, pero fundamentalmente la función social de la tierra, en beneficio de muchos argentinos que hoy no tienen acceso a ella para la construcción de sus viviendas, tampoco para producción. Pero frente al atropello inconsulto, opondremos resistencia con la dignidad que otorga el derecho.
Solo el tiempo dirá si somos capaces como sociedad de dar un paso a la integración pluricultural. Pretendemos brindar lo mejor de toda nuestra cosmovisión en busca de ello. Sin ánimos separatistas, impulsados por un sentido de pertenencia que nos lleva a revalorizar nuestra cultura como así también el país que hoy integramos, buscamos ser protagonistas en el desafío de construir esta nueva Argentina.
Orlando Javier Carriqueo
Huerquén (Vocero)
Comunidad Mapuche Urbana Elel Quimun
Personería Jurídica 11. Resol, 718/05
Correo electrónico:carriqueupu@yahoo.com.ar; puelquimun@yahoo.com.ar
Referencias
1. “La historia también se escribe en los genes”, reportaje publicado por Página 12, 10/08/2005.
2. Calidad Institucional y Presidencialismo. Aleardo Laría.
3. Informe del Equipo Técnico de Relevamiento Territorial de Río Negro Ley 26160.
4. Argentina Originaria, Genocidio saqueos y resistencias. Darío Aranda, pág.159/160
Bibliografía consultada
• Crónicas de la Resistencia Mapuche. Adrián Moyano
• Descripción de la Patagonia. Thomas Falkner
• Argentina Originaria, Genocidios saqueos y resistencias. Darío Aranda
• Nuestros Paisanos los Indios. Carlos Martínez Sarasola
• Pueblos Indígenas. Interculturalidad, colonialidad, política. Liliana Tamagno.