Responsabilidad regional ● Claudio Scaletta
Por si alguien no lo había advertido los periodistas independientes no existen. En particular, cuando los escritos son de opinión detrás se encuentra siempre la ideología, cuando no el dinero de algún mandante. Lo mismo corre para los economistas.
El comentario vale porque la respuesta del amigo Bautista Mendioroz a mi artículo “La urgencia permanente”, publicado en Página/12 y reproducido por ADN el pasado domingo 8 de febrero, no es estrictamente a un periodista o economista, sino a quien entrevé aliado al discurso del gobierno nacional. Quien escribe no es un militante, pero simpatiza, bastante críticamente, con el proceso iniciado en el país a partir de 2003, aunque mucho menos con la acción del gobierno nacional en el circuito frutícola durante el período. Del gobierno provincial poco puede decirse, pues su política sectorial es directamente inexistente, toda una toma de posición cuando se trata de mercados dominados por actores poderosos, dueños del dinero y la prensa.
Mendioroz es además uno de los pocos políticos provinciales que comprendió, no sólo en el discurso, que el problema de base del circuito frutícola no era sólo de costos vinculados a las distintas coyunturas macroeconómicas, sino especialmente de distribución del ingreso. Por eso impulsó durante sus distintos mandatos como legislador y vicegobernador, con suerte dispar, dos leyes vinculadas a la transparencia comercial sistemáticamente boicoteadas por el sector empresario.
El gobierno nacional, bastante mal asesorado por sus interesados gestores en la región, nunca ayudó a completar esta legislación mediante una superadora ley nacional, que bien podría haberse hecho extensiva a los restantes circuitos regionales que padecen problemas similares. La única excepción en el FpV la brindó en su corto paso por la Secretaría de Fruticultura, el ingeniero Oscar Rolo, quien intentó impulsar una precisa trazabilidad comercial, pero chocó una y otra vez contra los conocidos de siempre, entre ellos pseudo progresistas oficialistas de ocasión que no vieron réditos políticos y si muchos costos en la tarea. Vale recordar también que Rolo fue el único funcionario que tuvo la dignidad de renunciar cuando Alberto Weretilneck nombró como Ministro de Agricultura a un lobista de CAFI.
Estas aclaraciones son necesarias porque el debate que propone Bautista se produce entre quienes poseemos una visión similar de la contradicción principal del circuito frutícola: Los problemas de costos y de competitividad son circunstanciales y vinculados a las distintas coyunturas macroeconómicas. Los problemas de distribución del ingreso son estructurales y poseen un doble efecto: no sólo la histórica expulsión de actores, sino también la inhibición del ingreso de nuevos capitales a la producción primaria, permanentemente auyentados por los bajos precios coordinados por el cuasi mafioso oligopsonio sectorial. Esta ausencia de ingreso de nuevos capitales, por la baja rentabilidad primaria inducida por el sector comercializador, explica también el persistente achicamiento y concentración del circuito valletano.
Precisamente por todas estas razones resulta llamativo que por disputas políticas partidarias de coyuntura Mendioroz haya retomado como válidas las demandas más propias del sector empacador, como el aumento de reintegros, la baja de retenciones o el “atraso” cambiario, factores todos que de ninguna manera resuelven la contradicción principal del circuito, pues todas la veces que el Estado nacional concedió beneficios en esta línea nunca llegaron a los chacareros independientes, hoy virtualmente extintos, quienes no se vieron beneficiados ni siquiera en la post mega devaluación que siguió a la salida de la convertibilidad. La cooptada dirigencia chacarera, increíblemente liderada hoy por un empacador, carece de la autoconciencia de esta problemática económica elemental, situación que también explica los resultados no de la última década, sino de los últimos 30 años. No se trata de ideología, se trata de historia.
Tiene razón Mendioroz cuando recuerda el último entretenimiento de política promovido en conjunto por los actores públicos y privados, el fracasado Plan Frutícola Integral (PFI) que sus pésimos asesores le hicieron anunciar a la Presidenta en Villa Regina. El plan no se aplicó y nada se hizo desde entonces. Los representantes del gobierno nacional en la región, oscuros agrónomos con nulo conocimiento de las leyes económicas más elementales, prefirieron continuar con las remanidas políticas clientelares tradicionales; con el cortoplacismo permanente.
Por todo esto resulta interesante el ejercicio de ponerse en el lugar de quienes tienen la responsabilidad del diseño de políticas. Es ilusorio esperar que la claridad absoluta sobre las políticas regionales provenga de quienes residen a más de 1000 kilómetros, no estudiaron en particular el funcionamiento del circuito y no viven su historia. Corresponde a quienes habitan en la región el desafío de presentar proyectos coherentes que incluyan el largo plazo y vayan más allá de beneficiar exclusivamente a uno de los polos del sector, los dueños del dinero y la opinión pública que, además, financian campañas políticas. Es altamente probable que el equipo que conduce Axel Kicillof no escape a la descripción general, pero el secretario Augusto Costa participó, cuando todavía no era funcionario, de los debates del PFI y conoce la problemática. El equipo económico, entre ellos el vice ministro Emmanuel Álvarez Agís, también es consciente que los regímenes de promoción sin exigir la contrapartida de los actores a los que se beneficia no son una opción superadora. Por ello resulta un punto de partida alentador que por primera vez se haya dicho basta a las concesiones graciosas a empresarios inescrupulosos, entre ellos, los presentados por políticos oficialistas locales como “empresarios nacionales”. Una vez más: sin una clara política provincial no debería esperarse que todas las soluciones provengan de Nación.
El resto de la respuesta de Bautista es un debate económico que excede por lejos la situación de la fruticultura.
Claudio Scaletta