La filosofía del movimiento de la nueva época Argentina y latinoamericana
(Por Juan Manuel Chironi*).- A grandes rasgos puede sostenerse que en cada periodo histórico la coyuntura social, económica y política tuvo como correlato el desarrollo de su propia filosofía, como así también la construcción de teorías sociales.
Cada orden que se pretende hegemónico resguarda para sí la tarea de instalar la idea del mundo circundante, obviamente esto no es estático y por supuesto está atado al devenir histórico, a las luchas por el poder, y, en última instancia a la dialéctica misma que da movimiento a la sociedad.
En un repaso que solo persigue fines esquemáticos podemos decir que la iglesia católica en la edad media tuvo en la teología su sustento filosófico y moral, así como posteriormente el ascenso de la burguesía del siglo XVI hallo en el positivismo la esfinge desde la cual sostener a la razón por sobre lo divino, lo mundano sobre lo sacro. En la edad de la razón no es fácil encontrar un receta simple y univoca, positivismo, mecanicismo, organicismo, idealismo, materialismo histórico, etc, se entretejieron en un debate fructífero, el cual muchas veces representaba los intereses de clase a la que pertenecían los referentes de cada corriente.
El pensamiento moderno abarco siglos y solo se puso en cuestión una vez finalizada la segunda guerra mundial y con ella la esperanza de que la razón humana llevaría a las sociedades a su máximo nivel de desarrollo moral y espiritual: Auschwitz y el Gulag sepultaron para muchos filósofos la ideas libertarias, fraternales e igualitarias de las revoluciones democráticas que comenzaran en el siglo XVIII.
Luego de eso, una danza entre modernismo y postmodernismo, con tonos de pesimismo bien ganado, desembocaron en las ideas neoliberales.
En Latinoamérica pocos quedaban en pie para enfrentarlas tras oleadas y marejadas de regímenes dictatoriales apoyados y programados una vez más por los dueños de la pelota, quienes habían construido, o reconstruido, para sí (y para el resto) una macro visión del mundo: la libertad del mercado por sobre todo, lo individual sobre lo colectivo.
No se pretende ahondar aquí en las consecuencias, características y alcances que estas ideas tuvieron en la Argentina y el resto de Latinoamérica, no es necesario decir mucho porque las consecuencias más elocuentes están aun allí, en las calles de cada barrio, de cada pueblo.
En Latinoamérica quienes generacionalmente vivenciaron la dictadura, y luego los 80 con sus leyes de obediencia de vida y punto final, y posteriormente los 90 con los indultos, el hambre y la fiesta de unos pocos, vislumbraron desde el inicio que los gobiernos de Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Evo Morales y Lula Da Silva primero, Cristina Fernández de Kirchner, Dilma Rousseff, José Mujica y Rafael Correa después, marcaban claramente un quiebre con respecto a la historia reciente.
En el campo académico e intelectual de las ciencias sociales y las ciencia en general algunos fuimos tal vez más impacientes, y esperábamos cambios rotundos desde el minuto cero, sin ser “tiempistas” o sin analizar correctamente si las correlaciones de fuerzas eran propicias. Pusimos, como quien dice, el carro por delante del caballo.
Muchos estuvimos en la vereda de enfrente un tiempo, sin vereda otro tanto, para posteriormente, con las herramientas de las ciencias sociales, los datos concretos de la realidad y la necesidad imperiosa de movilizarnos, encontramos en el sentir y actuar de millones y millones de argentinos y latinoamericanos la referencia y el rumbo para transformar la patria a través de un proyecto colectivo.
Quizá esto sea así porque en los últimos 12, 13 o 14 años (según el país), retomamos el pensamiento dialéctico para comprender y transformar la historia, asistiendo nuevamente a un periodo en donde sobre la mesa se ponen las grandes contradicciones de la sociedad: patria o corporaciones, memoria u olvido, derechos o privilegios, y tantas otras. Los que se espantan mediáticamente porque “nos peleamos entre todos”, “que hay crispación”, etc, saben en lo profundo de su conciencia de clase que la historia avanza por la negación de los opuestos, es decir no los espanta la contradicción, sino que ésta se resuelva a favor de las mayorías antes relegadas.
En nuestra argentina y en nuestros países hermanos en la última década (y algunos años mas) la política de las mayorías recupera lo mejor de la idea política griega en tanto proceso que liga la órbita privada y la pública de la vida del ciudadano, recupera también las idea de la soberanía popular heredada de la revolución francesa al sostener que es el pueblo el que decide y no las castas o corporaciones, mejora y le da una vuelta de tuerca a la idea de patria que tuvieron los libertadores Latinoamérica, dado que ésta pasa a corporizarse en el que tenemos al lado. Quizá la consigna “la Patria es el otro” sea una de la más acabada y concreta interpretación del sentir patriótico hasta ahora (esta consigna se aleja por ejemplo de lo que el historiadores definen como “invención de las tradiciones”)
Recuperar la noción de que lo que es puede dejar de serlo y de que lo que no ha sido puede ser (a diferencia de la mentada quietud del neoliberalismo: la afamada idea del fin de la historia y fin de las ideologías), nos permite hacernos dos advertencias: lo conseguido hasta ahora puede perdurar, pero hay que sostenerlo; y lo no conseguido hasta ahora puede alcanzarse, pero hay que construirlo.
Para los desafíos por abarcar como sociedad tenemos también otras ventajas: sabemos que ante cada nueva conquista de derechos se erigirá en contraposición una minoría que querrá impedir los avances, lo cual nos invita a prepararnos ideológicamente para cada una de esas pugnas, y por otro lado conocemos la propia fuerza, sabemos sus alcances y sus limitaciones, lo cual nos convoca a multiplicar y fortalecer el espacio para cambiar la correlación de fuerzas.
Pero ante todo sabemos, claramente, que la historia, como siempre, se está moviendo.
*Licenciado en Sociología. Docente y no docente de la Universidad Nacional de Río Negro. Investigador Universidad Nacional del Comahue – CURZA. Docente Instituto de Formación Continua en Educación Física Viedma