Ola naranja. ADN
La decisión de Cristina Kirchner de amalgamar el Frente para la Victoria convirtió al oficialismo en un sólido competidor electoral, aunque no logró disimular la disputa entre el progresismo y el peronismo duro. Sin embargo, pudo despejar el campo político y provocó una fuerte polarización con el macrismo.
La fórmula Scioli-Zannini sintetiza el momento político: para mantener el poder, hay que ganar. Atrás quedó la teoría del purismo la derrota el operativo clamor y la vuelta triunfante en 2019. La Presidenta cambió el rumbo. Pasó de la máxima «mi heredero es el pueblo», un despersonalizado incorpóreo y heterogéneo ser, una masa inconducente en tiempos electorales, al «empoderamiento» de un sector específico de argentinos, que delegarán en dos personas la continuidad del proyecto inaugurado en 2003.
La clausura por la disputa en el tramo presidencial, necesariamente habilitó la competencias en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias en varios distritos clave -como la provincia de Buenos Aires-, para generar una válvula de escape de tensiones políticas.
Cristina eligió los candidatos a diputados nacionales. El kirchnerismo hará campaña reivindicando la ampliación de derechos que tienen carácter de ley. Y para abolirlos, la oposición necesitará un Congreso favorable. Ergo, quienes ocupen bancas por el FpV serán los caballeros templarios que defiendan la esencia del proyecto nacional y popular.
Allí no hay gente del PJ tradicional. Ese tramo es reservado para el núcleo duro K. Pero la candidatura de Daniel Scioli contiene, recupera y suma, espacios del peronismo tradicional, incluso aquel forjado en épocas de Carlos Menem. En definitiva, el Kirchnerismo es movimientista, como el peronismo.
«…Ahora, dentro de eso hay distintas posiciones. A mí se me presentan todos los días y me dicen: ‘Estos son los traidores’ y vienen otros y me dicen ‘Los traidores son los otros’. Y yo siempre les digo lo mismo, porque todos lo que vienen me dicen ‘¡Pero nosotros tenemos razón!’ y yo les digo ‘Tal vez, pero yo no soy juez, no estoy para darles la razón. Yo estoy para llevarlos a todos, buenos y malos’. Porque si quiero llevar sólo a los buenos me voy a quedar con muy poquitos». JD Perón.
La tarea de Carlos Zannini es ser el garante de la fidelidad kirchnerista. Si se logra sumar el piso electoral, a la intención de voto de Scioli, el Frente para la Victoria está a un paso de continuar en el gobierno.
El oficialismo tiene que enfrentar a Cambiemos. La conjunción entre la Unión Cívica Radical, el PRO y la CC-ARI intenta un camino distinto: competencia de fórmulas en las PASO y unificación de criterios en la provincia de Buenos Aires y los tramos a diputados nacionales.
La oposición se entusiasma con lograr un balotaje en el que pueda aglutinar el descontento con el gobierno nacional. Y evitó ampliar el espacio ahora. En agosto y octubre presentará opciones puras. Si hay doble vuelta abrirán las puertas para ganar la elección. Quieren evitar una visualización negativa de Cambiemos, después de la mala experiencia de la Alianza.
Este escenario nacional, juega también en Río Negro.
En el Frente para la Victoria hay tensión. Luego de la definición de las candidaturas a diputados nacionales, resucitó el sector naranja del PJ, el espacio interno histórico del pichetismo. Hay un criterio nacional: si no hay triunfo, no hay futuro. El riesgo de quedar diluidos es mayúsculo si en agosto y octubre no triunfa la fórmula y los candidatos propios.
El objetivo unifica esfuerzos, pero el tironeo entre el progesismo y el peronismo es notorio. Hay una elección más: Bariloche. Allí quedó estampado ese momento. La intendenta María Eugenia Martini (que busca su reelección) tuvo que salirse del PJ e ir con el sello del FpV. Así y todo, tendrá competencia de espacios en principio afines, como la de Osvaldo Nemirovsci.
El esfuerzo consiste en retener el municipio. Pero el gobierno de Alberto Weretilneck quiere arrebatárselo. Para ello presentó a Gustavo Gennuso. Juntos Somos Bariloche es una expresión local del albertismo. El oficialismo provincial que quiere ganar los municipios que aún están en juego. El gobernador no tiene candidatos a diputados nacionales. Pero busca consolidar poder territorial.
Los referentes del kirchnerismo evalúan que una derrota o un triunfo ajustado en las PASO de agosto, habilita a Weretilneck a acelerar el acuerdo con Scioli. Si ello ocurriera y la fórmula kirchnerista se potencia y en octubre gana por amplia diferencia, ese triunfo sería adjudicable al gobernador.
Desde el rinñón del albertismo aseguran que si hay definición nacional, será posterior a las Primarias. Eso obliga al FpV a esconder diferencias y redoblar esfuerzos. Sus candidatos han invisibilizado al gobernador en esta contienda. Los ayuda la impronta provincial que tiene Juntos Somos Río Negro. Sus adversarios son el PRO y la UCR. Macri y Sanz. Wisky y Foulkes.
Pero Weretilneck puede corporizarse en la campaña. Y eso es sólo adjuciable a la ola naranja.