“No puede haber integración con un Brasil neoliberal y en recesión”
(Helena Marchini y Pedro Nuño Amoedo).- El profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Eduardo Crespo, realiza un balance sobre la situación política y económica de Brasil a seis meses de asumido el segundo mandato de Dilma Rousseff. Además analiza el mercado laboral, el caso de la empresa Petrobras, la reciente gira de la presidenta por Estados Unidos, y las perspectivas de integración regional.
–¿Qué balance podrías hacer de la política económica implementada por el gobierno de Dilma Rousseff en estos seis meses que lleva su segundo mandato?
–La política económica de Dilma Rousseff en su segundo mandato se caracteriza esencialmente por un giro conservador y neoliberal, y por un retorno en el plano discursivo a la jerga de los años noventa, con el estilo de Margaret Thatcher de que “no hay otra alternativa y no se puede hacer otra cosa”. Esta forma se opone a su mandato de campaña donde, incluso, llegó a acusar a la otra candidata Marina Silva de ser la representante del Banco Itaú –porque algunos de sus asesores pertenecían a esta entidad–. En este sentido, una de las primeras medidas que tomó Rousseff fue nombrar personal del Banco Bradesco a cargo del Ministerio de Economía, quienes están implementando ajustes a todo nivel: en el plano fiscal, subas de las tasas de interés, una interrupción de líneas de crédito de todo tipo (destinados a la producción y al plan de vivienda Minha Casa Minha Vida), recortes de derechos laborales, la interrupción de contratos, suspensión de obras, entre otras.
La situación descripta coincide con un plano bastante complicado para el gobierno, que rompió su alianza política y la derecha lo que está poniendo entre las cuerdas con denuncias de corrupción –principalmente en el parlamento hay graves acusaciones que comprometen a altos funcionarios–. Todos los indicadores disponibles hasta la fecha demuestran que la situación ha empeorado porque hay un aumento del desempleo, una caída de los niveles de producción, y una aceleración de la inflación (porque al mismo tiempo se devaluó el real).
Los indicadores son muy malos. El gobierno en el poco tiempo que lleva de su segundo mandato tiene un nivel de popularidad, según encuestas –que pueden ser discutibles–, que rondan el 10% de aprobación. Es una situación difícil y además coincide con un alto grado de movilidad de sectores radicales de derecha con consignas golpistas. A esta altura diría que sería un logro que el gobierno termine su segundo mandato en estas condiciones.
–Este año ha tenido fuerte impacto en los medios de comunicación el proyecto de ley de “tercerización laboral”. ¿Qué resonancia ha tenido este tema en Brasil y cuáles son las perspectivas a futuro?
–En Brasil hay un gran debate, lo que no sabemos todavía es qué va a hacer el Ejecutivo con esa ley aprobada en el parlamento. No hay que olvidarse que los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) todos fueron una coalición principalmente con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), un partido mucho más a la derecha que el PT. Esa alianza hoy está rota y es desde el parlamento desde donde se están promoviendo estas iniciativas.
El ex presidente Lula da Silva pidió que Rousseff vetara la ley, pero en las actuales circunstancias no sabemos si lo va a hacer, porque realmente la concesión sería total a casi todo nivel. Así que es algo que está en suspenso, pero de todos modos hay retrocesos de las condiciones y los derechos laborales. En este sentido, buena parte de las universidades están de paro porque hubo un importante recorte presupuestario que compromete servicios básicos como higiene, suspensión de servicios tercerizados y becas para estudiantes de menores recursos o extranjeros, y muchas otras transferencias sociales que se han suspendido de la noche a la mañana. Entonces hay suspensión de derechos laborales por donde uno los quiera ver, más allá de la ley que apunta a la tercerización.
Con respecto a la ley hay una fuerte presión de los medios de comunicación y de sectores conservadores del empresariado, que quieren que se apruebe. Pero esa ley es lo de menos, en las actuales circunstancias, porque los salarios ya están cayendo ahora, hay una devaluación unida a un ajuste fiscal, una suspensión de derechos y de transferencias y un aumento del desempleo. El cuadro es completamente negativo.
También han tenido fuerte visibilidad internacional las denuncias de corrupción en la empresa Petrobras. En las elecciones del 2014 algunos medios de comunicación vinculaban directamente a Dilma Rousseff y a Lula da Silva como cómplices de esta situación. Fue el caso de la revista Veja que antes del balotaje de octubre publicó una tapa con la foto de Dilma y Lula con la frase “ellos sabían todo”, referida a la red de corrupción de la petrolera.
–¿Cuáles han sido las principales medidas que se tomaron en relación con este tema?
–Petrobras evidentemente empezó a funcionar como una especie de caja para el financiamiento de la política (algo que no era habitual en Brasil). Por lo menos, esto es lo que se llega a entender a partir de la información de los medios de comunicación, que en Brasil son mucho menos confiables que en la Argentina. Ahí están comprometidos altos funcionarios de los gobiernos de Dilma (tanto el actual como el anterior) y de Lula.
Petrobras es una empresa fundamental en Brasil que explica aproximadamente el diez por ciento de las inversiones, pero en este momento está paralizada por todo el proceso de investigación que se está realizando. Los planes de proyección y de expansión en base al yacimiento Presal y todos estos nuevos descubrimientos petroleros que estaban proyectados para los próximos años, están suspendidos por lo menos hasta el año 2017.
En el plano político hay mucho riesgo que esta situación termine comprometiendo a altas figuras políticas de los gobiernos del PT, que incluso podría llevar a la realización de un juicio político a la presidenta. Si bien mucha gente dice que no hay base jurídica para tal situación, políticamente no sé hasta dónde pueden llegar.
Es decir, el caso Petrobras instaura una crisis política y económica. Quienes usufructúan este proceso son los medios de comunicación y sectores conservadores de derecha que están tratando de aprovechar las circunstancias.
–En estos días, Dilma Rousseff realizó una gira por Estados Unidos y se reunió con el presidente Barack Obama. ¿Qué podrías decir sobre la relación bilateral que existe actualmente entre los dos países?
–Es una incógnita lo que se está negociando y hasta dónde van a llegar estos acuerdos. Las relaciones con Estados Unidos eran bastante tensas por las escuchas y las filtraciones de información que realizaba el gobierno norteamericano para observar los pasos del gobierno brasileño. Básicamente tenían todo pinchado en Brasil, incluida a la presidenta y los principales ministros. De modo que esto generó una situación de tensión con Estados Unidos.
Dadas las actuales condiciones, no me resulta nada sorprendente que Brasil termine haciendo algún tipo de acuerdo que vaya en la dirección de un tratado de libre comercio con Estados Unidos. La concesión a nivel económico es total y no creo que la política exterior vaya en una dirección muy distinta. La mayor parte de los sectores empresariales y financieros, que tienen una gran influencia en Brasil, apuntan a tener un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.
Las perspectivas para la integración latinoamericana me parecen bastante complicadas. No digo que a partir de la gira por Estados Unidos se vaya a desmoronar el Mercosur ni nada por el estilo. Pero me parece que en las actuales condiciones marca una dirección tanto económica como exterior brasileras.
–¿Con respecto a la integración regional, cuáles serían las perspectivas a futuro para fortalecerla?
–Para mí son muy oscuras las perspectivas de integración. No creo que pueda haber una integración regional exitosa, con un Brasil en recesión y neoliberal. Es decir, la integración por vía neoliberal es algo que estamos observando en Europa y que va al fracaso.
Si Brasil no retoma una vía popular y desarrollista dudo que la integración regional vaya a avanzar mucho. Todo lo contrario, creo que va a retroceder.
En términos macroeconómicos, si el principal país de la región está creciendo a tasas bajísimas y con recesión ello perjudica a sus socios: por las exportaciones principalmente. Además, no creo que haya ninguna iniciativa para promover algún tipo de infraestructura común –como puede ser la inauguración de un tren que comunique a San Pablo con Buenos Aires– con un esquema político y económico de característica neoliberal.