«No queremos hablar con intermediarios, sino con el Presidente»
(Infobae- Por Ricardo Ríos) El líder camionero Hugo Moyano quiere ser el principal interlocutor sindical con el Gobierno, pero anticipan una puja con otros sectores vinculados al kirchnerismo. Las dificultades para lograr la tan ansiada unidad.
Los líderes gremiales vienen llenándose la boca con el sueño de la unidad, pero no se atraviesan ni se ensamblan. Apenas los vincula la corazonada de que más vale juntos que separados atravesar la nueva era política que inauguró la llegada de Mauricio Macri a lo más alto del poder. Como sea, no habrá adhesivo ni pegamento que alcancen para mantener las piezas bien unidas hasta que no se salde una cuestión central, como la de saber quién es el principal interlocutor sindical del Gobierno.
Los problemas de cartel entre los hombres que buscan que las actuales tres CGT se conviertan en una sola, además de frustrar un primer encuentro formal con la administración macrista, dibujaron un enorme signo de interrogación sobre la fortaleza del proyecto de unidad, que recién está en su fase inicial. Lo cierto es que el Presidente no recibió a la plana mayor de la ortodoxia sindical, que a la fecha es la única gran corporación que aún no tuvo su foto con el flamante sucesor de Cristina Kirchner.
«No queremos hablar con intermediarios, sino con el Presidente. Exigimos conocer de su boca cuál es el proyecto económico y social de su gestión. Después sí, podemos reunirnos con los distintos ministros para hacer los ajustes que correspondan», dijeron a Infobae voceros de la central de Hugo Moyano, quien caída la reunión con Macri, desautorizó la lista de dirigentes gremiales que sería recibida por miembros del Gabinete nacional en una especie de encuentro compensatorio.
El argumento del camionero para patear el tablero resulta, si se quiere, atendible: dice que no puede convalidar un listado que habría sido confeccionado por «gordos» (los grandes gremios de servicios) e «independientes» (estatales de Upcn, constructores de la Uocra y Obras Sanitarias) de la ex CGT kirchnerista, pilares en su momento de la candidatura presidencial de Daniel Scioli. La lista incluía un nombre indigerible para Moyano y los gremios del transporte: el del metalúrgico ultrakirchnerista Antonio Caló.
«¿Cómo es la cosa? Resulta que los que perdieron las elecciones ahora son más papistas que el Papa y nos van a decir quiénes van y quiénes no a la Casa Rosada», mascullan en las proximidades de Moyano, que aún sin apoyar a Cambiemos durante la reciente campaña electoral en forma explícita, hizo lo que de él se esperaba para que se lo considere el socio en silencio de Macri como garante de la paz social.
Pero hasta acá Macri le dio un tratamiento ordinario, como buscando demostrar que los nexos que parecían vincularlo de un modo especial con el dirigente de Camioneros, no son tales. Los resultados están a la vista: el líder del Pro no atendió ninguna de las expectativas que abrigaba el camionero: no nombró funcionarios de su confianza, ni dio señales de considerarlo por sobre el resto del sindicalismo.
El triunfo de Macri hizo creer a Moyano que sólo mediaba un paso para su encumbramiento como jefe de una CGT única. El malhumor del sindicalista estos días estaría denunciando que tomó conciencia al fin de que las cosas resultaron diferentes a lo que él y todo el mundo se imaginaba sobre su relación con el Presidente.
En cualquier caso, el árbol de la interna no debería tapar el bosque. Esto es que el Presidente tuvo gestos de apertura hacía sectores del campo, la industria, el capital y los bancos, que no tuvo ni de lejos con el mundo del trabajo.
El sindicalismo creyó –equivocadamente- que la liberación del dólar y la eliminación de retenciones al agro serían equilibradas automáticamente con alguna compensación para los asalariados. Imaginaban una medida más generosa que la excepción de Ganancias para el medio aguinaldo de los salarios inferiores a 30 mil pesos. Tampoco hubo decreto presidencial para que todos los trabajadores recibieran un bono navideño que ayudara a paliar la suba de los precios, en tendencia alcista tras la primera vuelta electoral del 25 de octubre.
«El Gobierno tal vez no advierte la gravedad de la inflación. Parece un chiste darle a los jubilados una bonificación de 400 pesos, que son tres kilos de asado», señaló Rodolfo Daer de la Alimentación, al hacer su propio pedido para que el Presidente reciba al movimiento obrero. Reclamó también que ninguna de las tribus sindicales buscara capitalizar para sí una audiencia con el Presidente.
La cumbre que reclama el sindicalismo peronista deberá esperar ahora hasta el año que viene seguramente. Macri emprende sus vacaciones en el sur del país y su regreso a la actividad está previsto recién para enero. Los moyanistas buscarán caminos para que esa reunión se concrete con la menor intervención posible del ministro de Trabajo, Jorge Triaca, a quien le adjudican demasiada permeabilidad a lo que opinan los dirigentes que fueran discípulos dilectos de su padre, como Carlos West Ocampo y Armando Cavalieri.
No habrá que aguardar hasta 2016, en cambio, para saber si la administración Macri sufre o no la primera medida de fuerza en su contra a menos de tres semanas de tomar las riendas del país. En efecto, para el martes está convocado un paro de la Asociación de Trabajadores del Estado (Ate), en repudio al anuncio de que se analizarán los 64 mil contratos que se firmaron en la administración pública durante los últimos tres años.
Ayer, una delegación encabezada por «Cachorro» Godoy, jefe de Ate, tuvo una primera reunión con el ministro de Modernización de la Nación, Andrés Ibarra, con quien no se habló una sola palabra de la huelga convocada ni de una supuesta oleada de despidos en el Estado. Ibarra propuso a los sindicalistas crear una agenda de trabajo, que además de seguir regularmente la marcha de la investigación de contratos y concursos, analice distintos aspectos de la carrera administrativa.
Se trata de una metodología de trabajo que el ministro ya implementó con éxito en la Ciudad, según dijo a Infobae, durante la pasada gestión porteña de Macri, con los municipales de Amadeo Genta. La gente de Ate aceptó el convite, igual que el miércoles lo hiciera Andrés Rodríguez, el titular de Upcn, el otro gremio estatal. Con todo, Rodríguez está convencido de que la pesquisa de Ibarra no producirá revelaciones inquietantes porque, asegura, «en el Estado no hay ñoquis».