El Protocolo Bullrich, Obama y el orden. ADN
Patricia Bullrich vino a Bariloche a buscar consenso para que Nación tuviera su protocolo anti piquetes. En rigor, para cambiar las reglas establecidas, ya que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner había instrumentado uno en los tiempos de Nilda Garré al frente del Ministerio de Seguridad. ¿El cambio?. La posibilidad de reprimir.
El protocolo kirchnerista indicaba que todo el personal policial que estuviera a cargo cuando se produjera una manifestación, debía hacerlo sin armas de fuego y debía conducir una negociación con los líderes para que sus reclamos llegaran institucionalmente el sitio correspondiente. Había una máxima no escrita. «No se reprime la protesta social».
Tanto fue así, que en 2088 en pleno conflicto con el campo, los dirigentes agropecuarios y muchos productores mantuvieron cortadas varias rutas del país, y no se registraron desalojos violentos ni tensión entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad. Más aún. Habiendo incluso órdenes judiciales de desalojo, no se llevaban a cabo. En Río Negro hay un ejemplo claro: la protesta docente. El gremio UnTER mantuvo cortada la ruta nacional 22 por más de un mes. También una ruta cercana a Bariloche. Nunca fue desalojado por la fuerza.
Bullrich quiere cambiar ese paradigma. La génesis del cambio macrista está en sus votantes. Una gran cantidad de argentinos, fundamentalmente aquellos que viven en los centros más poblados, alzaron durante los últimos años fuertes quejas por los cortes de calles y rutas. Y el nuevo protocolo, viene a dar respuesta a ese sector. Y está legitimado.
La represión a los trabajadores de Cresta Roja fue un aviso. Ahora había que darle un marco. Así nace el protocolo Bullrich, que aprovechó la reunión del Consejo de Seguridad Interior para juntar respaldo de las provincias que, sin compromiso alguno -ya que no es de aplicación en las juridiscciones locales- acompañaron la idea de Nación.
¿Pudieron los secretarios de seguridad decir que no?. Posiblemente. Pero en la etapa de paritarias y peleas por la coparticipación, casi ninguno quiso tener un elemento de pelea con la Casa Rosada.
El gobierno nacional tiene ahora (todavía en proyecto) la posibilidad de contar con un instrumento de represión. «Les vamos a dar 5 minutos para que desalojen» dijo la Ministra de Seguridad. La tentación de ordenar el espacio público no es patrimonio exclusivo del macrismo. Hubieron otros intentos en otros sitios del mundo. Pero es de de difícil aplicación. Por definición, una protesta es un acto de rebeldía y está en abierta oposición al orden.
El protocolo pide «avisar con anticipación» que se va a desarrollar una manifestación, y si se hiciera de sorpresa, tiene que tener reglas: ambos casos no deben interrumpir el tránsito. Caso contrario, se desalojará. La prensa tendrá un «corralito» lejos de la protestas para «preservar la integridad física» de los periodistas. La idea no resiste el mínimo análisis y se da de patadas con la profesión y la libertad de informar.
Pero lo más sobresaliente del apuro de Bullrich para blanquear el nuevo protocolo, es la visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a la argentina en marzo.
El gobierno sabía con anticipación de su llegada, que recién se confirmó ayer. Estará el 23 y 24 de marzo, luego de visita a Cuba. Organizaciones sociales, sindicales, políticas, de derechos humanos y barriales ya avisaron que harán una marcha en Buenos Aires repudiando su estadía.
La historia de las llegadas de los presidentes norteamericanos a la Argentina siempre implicaron protestas, algunas más violentas que otras. Obama estará el 24 de marzo, el primer Día de la Memoria bajo el gobierno de Mauricio Macri.
La Plaza de Mayo será un punto de encuentro, y el protocolo estará vigente.