Tirada de huevos
(Por Luis Bruschtein).- “Por una tirada de huevos” persiguen a Milagro Sala. En la misma semana el juez Claudio Bonadio sobreseyó a todos los funcionarios de Cambiemos que compraron dólares y después hicieron devaluar el peso; en la misma semana, por medio de la Unidad de Información Financiera, el Gobierno anunció a la Justicia que ya no brindará más información sobre lavado de activos; esta semana se denunció que la familia Macri tiene 29 empresas offshore, en varias de las cuales el Presidente figura en el directorio, y unos días antes, rompiendo todos los acuerdos con la oposición, el Presidente había emitido un decreto para permitir a sus familiares beneficiarse del blanqueo; el miércoles se supo que la Justicia alemana investiga a los hermanos de Macri, Gianfranco y Mariano, por “movimientos sospechosos” con sociedades offshore. Un conocido empresario decía que una pequeña estafa es un robo, pero que una gran estafa es un buen negocio. Punto culminante: el Banco Central autorizó a Fabio Calcaterra, primo del presidente y hermano de Angelo, el primo que maneja el holding familiar, a comprar un banco que tiene sede en Buenos Aires y en el paraíso fiscal de las Islas Cayman y que operará con fondos de la obra pública. La autorización transgrede varias de las medidas contra el lavado. IECSA, la nave insignia del grupo Macri, se ha convertido en el principal contratista del gobierno de Macri, al que se le han encontrado varias empresas offshore de las que se usan para evadir impuestos y que ahora tendrá un banco propio en un paraíso fiscal. Millones y millones de dólares del erario público en danza. No hay que buscar ninguna ruta porque queda todo a la luz. Y a Milagro la tienen sentada en un tribunal, escrachada por los medios oficialistas por “una tirada de huevos”.
Es un escenario bizarro. La desmesura sobresale y da la razón a Milagro Sala cuando alega que la persiguen “por negra y por coya”. Porque esa ominosa desproporción solamente puede ser arrollada por una poderosa hegemonía cultural. Algunos progres gorilas –la lejana tribu original del gobernador Morales– se rasgan las vestiduras por los modales de Sala. Los movimientos sociales surgieron para llenar el vacío institucional en las grandes zonas marginales que crecieron con el neoliberalismo en los ‘90 y tuvieron que hacerlo a los panzazos. A sectores de las capas medias les molestan los cortes de ruta y les resultan chocantes y hasta violentos muchos de sus reclamos. Se consideran “rehenes” de los movimientos sociales, a cuyos métodos califican de “extorsivos”. Es lo mismo que dice un empresario cuando el sindicato hace una huelga. Como el padre progre de Capusotto cuando la nena le presenta al fumón que se levantó. De la boca para fuera todo bien, no van a reconocer que la protesta persistente y el reclamo por una injusticia es lo que los enferma de bronca. Entonces, sobre esos gestos y medidas que les resultan irritantes se monta la leyenda de la corrupción y el autoritarismo para justificar la represión a la protesta y el reclamo que es lo que verdaderamente quieren eliminar.
Es la coartada para un sector de las capas medias que de momento se asume democrática y republicana y de momento, como alguna vez justificó a la dictadura, ahora justifica el asalto a la Justicia por parte del gobierno de radicales y massistas en Jujuy. La derecha no necesita coartada, le parece apropiado reprimir a los “negros” y a los “coyas”. Son dos vertientes que muchas veces han confluido como lo hicieron en la dictadura y también el año pasado en la elección que le dio el triunfo a Morales. Algunos dicen que el respaldo al gobernador creció tras esta campaña persecutoria contra el movimiento social más importante de la provincia.
Los movimientos sociales tienen que ser irritantes, igual que los sindicatos y las agrupaciones estudiantiles, porque es la única fornma de que les presten atención. Para el kirchnerismo, que defiende en bloque a Milagro Sala, también lo fue, por la tensión permanente que planteaba la agrupación Tupac Amaru con el gobierno del PJ de Eduardo Fellner. Pero de eso se trata la democracia, de la coexistencia de intereses diversos en una lógica de equilibrios interdependientes y bastante inestables que se deshacen y rehacen casi en forma permanente. Es simplificador pensar que la democracia funciona como un reloj suizo en sociedades complejas y al mismo tiempo jóvenes, con tradiciones autoritarias en sus fuerzas armadas y de seguridad y en amplios sectores de la sociedad civil, y con fuertes desigualdades en todos los planos, desde el económico hasta el de la justicia. Con la campaña de persecución a la dirigente tupaquera, el gobierno de Morales reconoce que es incapaz de aceptar ese juego democrático –o sea: no es democrático– porque intenta de manera autoritaria que no estén representados amplios sectores que ya antes habían sido marginados. La idea de democracia que expresan el gobernador Morales y su vice Carlos Haquim es sin la representación de esos sectores. Los marginados, que fueron incluidos en los años pasados, volverán a ser marginados del sistema por este gobierno. Es la lógica de la democracia neoliberal que funcionó en los años ‘90.
En ese mismo escenario que enjuiciaba a Milagro Sala por la “tirada de huevos” a Morales cuando todavía era senador, se dejó en libertad a Carlos Pedro Blaquier, cuyos camiones fueron usados por Gendarmería en la Noche del Apagón en Ledesma y Calilegua durante la dictadura cuando fueron secuestradas 400 personas, muchas de las cuales fueron luego legalizadas como presos políticos y 36 de ellos, varios integrantes del sindicato de cañeros de la empresa de Blaquier, permanecen desaparecidos. La misma sala IV de Casación Penal de la Nación que sobreseyó a Blaquier fue la que reabrió esta causa de hace ocho años contra Milagro Sala. Son los mismos jueces Mariano Borinsky, Gustavo Hornos y Juan Carlos Gemignani: al súperempresario jujeño que estaba acusado de complicidad en el secuestro de 400 personas y la desaparición de 36 de ellas, lo sobreseyeron. Pero a una “negra” y “coya” jujeña que había sido sobreseída le duplicaron la acusación por una tirada de huevos al senador Morales, amigo del súperempresario Blaquier.
Esa discordancia fenomenal entre las dos figuras y entre las dos decisiones judiciales y todas sus derivaciones igual de disonantes, representan a la sociedad que las formula. Un poderoso empresario acusado de un crimen espantoso para reprimir a los trabajadores de su empresa es favorecido por la Justicia. Y una coya que lidera un movimiento social que protesta contra la desigualdad es doblemente acusada y demonizada por una “tirada de huevos”.
En esas contraposiciones tan desiguales está dibujada una sociedad de pocos privilegiados y de muchos marginados y explotados. O mejor dicho, el retorno a un modelo muy parecido al de los ‘90. Los radicales de Morales, y algunos presuntos progres que coinciden con él, despotricarán contra esa visión. Para ellos se trata de castigar a la “corrupción” de una dirigente que había tomado de “rehén” a la sociedad jujeña con sus prácticas “extorsivas”. Con ese discurso tan republicano, Morales es aliado del gobierno de Macri y sus negocios como contratista del Estado que encabeza. Un presidente al que investigadores de Alemania, Inglaterra y otros países le descubren decenas de empresas offshore no declaradas. Los denunciadores seriales en el periodismo y la política silencian estos hechos y se ensañan con la dirigente coya que seguramente ha luchado más por una sociedad verdaderamente democrática que cualquiera de ellos. Todas las fuerzas que promueven inclusión son fuerzas con una carga democrática. Las que promueven exclusión son antidemocráticas.
En privado, correligionarios del gobernador reconocen que a Morales le hubiera costado gobernar con Milagro Sala y la Tupac porque es “un Estado dentro del Estado”, y para destruirla tienen que usar la campaña de desprestigio y difamación, acusaciones de corrupción y autoritarismo. No es tan diferente de la estrategia de Cambiemos en el plano nacional. Es evidente la feroz campaña mediática y judicial que se lanzó contra la ex presidenta Cristina Kirchner apenas ganaron las elecciones. Una campaña que se sincronizó con una estrategia de cooptación y seducción en el plano político para aislar y reducir al kirchnerismo a su mínima expresión. Si en Jujuy reconocen que se trata de un tema de gobernabilidad, a nivel nacional no lo dicen pero es evidente que la presunción de Cambiemos es que le costaría gobernar con un kirchnerismo liderado libremente por Cristina Kirchner y que así como en Jujuy la palabra gobernabilidad quiere decir destrucción del movimiento social que representa a humildes y marginados, a nivel nacional, gobernabilidad es sinónimo de destrucción del kirchnerismo. Son lógicas políticas autoritarias y antiinstitucionales, porque en función de esas persecuciones se abusa del poder policial, se miente y deforma la información y se cargan a la Justicia subordinando a jueces y funcionarios al poder político.