Plan Castello, un pálido reflejo
(ADN).- El Plan Castello presentado por el gobierno de Río Negro no despertó gran interés en la población y sus instituciones económicas, productivas y sociales. Quedó atrapado por el debate de mayor urgencia: el endeudamiento por 500 millones de dólares, o más, que el Ejecutivo piensa anclar en el exterior en bonos y también las denuncias del posible uso electoral de estos recursos.
Al tema de la discusión política de la toma de deuda se suma al perfil raquítico que tiene el proyecto presentado en sociedad, donde las mayores críticas se orientan en señalar que para hablar de un proyecto de desarrollo regional le falta peso específico, volumen y magnitud, donde una buena parte de la inversión está destinada a la burocracia judicial que poco le interesa al ciudadano común y que además tampoco le va a cambiar la vida.
También faltó difusión, explicar a los rionegrinos qué significa para las futuras generaciones la concreción de este plan. Funcionarios y legisladores oficialistas no caminaron por sus localidades y circuitos, a la usanza de los viejos trovadores, explicando las virtudes del Plan Castello. De nuevo todo quedó en el anuncio. Carencia de compromiso.
Falta en torno al gobernador el espíritu crítico que despierta proyectos ambiciosos, imaginación y audacia al comandar el Estado. Los lineamientos básicos del Plan Castello, demuestran una vez más que el gobierno empieza y termina en Weretilneck. Al lado suyo, la nada misma. El gobernador es el principio y el fin.
No hay tormenta de ideas que trasgredan la monotonía y el andar lento de los ministerios y organismos estatales que gobiernan con un solo ojo y con el otro miran a ver qué hace el gobernador.
Hace años que no hay planificación en Río Negro. Nada quedó del viejo organismo con sede en la calle Buenos Aires de Viedma, que supo trascender. El concepto de planificación quedó atrás, subsumido por el día a día, por la urgencia, por los apremios electorales y los indicadores de las encuestas de opinión. El hoy aquieta la visión de futuro.
El Plan Castello hace honor al primer gobernador constitucional de Río Negro, y es una cita obligada cuando se referencia a obras que tuvieron y tienen trascendencia para el desarrollo económico regional, como el puerto de San Antonio, Soda Solvay, la explotación del hierro en Sierra Grande, la represa de Salto Andersen, el puente en Río Colorado, obras de regadío, el Banco Provincia, la promoción de plantas frigoríficas para la fruta y otras tantas más. El presupuesto de Río Negro en 1962 tenía un 44 por ciento destinado a la obra pública.
Basta con leer el plan trienal de gobierno y los discursos de Edgardo Stefano Nazario Castello, para comprender el marco político-ideológico que daba sustento este programa. El gobierno de Río Negro estaba cabalmente consustanciado y era parte actora del modelo desarrollista implementado en el país por el presidente Arturo Frondizi, que había hecho del sur del país su norte.
Hoy el marco nacional es diferente y los identificación provincia-nación también. Nada de esto sucede.
Volviendo al inicio, fue evidente que el Plan Castello del gobierno no entusiasmó. No generó adhesiones, no hubo expresiones públicas de apoyo desde las regiones y localidades rionegrinas. Todo quedó circunscripto al debate político.
Un repaso por las obras comprendidas en este plan, descartando desde ya los edificios destinados al Poder Judicial, indica que si bien se mencionan emprendimientos de importancia, falta la necesaria discusión de prioridades en la planificación.
Aquel primer gobernador constitucional hablaba de integración provincial, desarrollo económico y poblar la provincia y la planificación fue en consecuencia.
A este Plan Castello le falta incorporar trascendencia. Río Negro no tiene comunicación desde su territorio con Chile, se llega por Neuquén. Debió estar contemplado el camino del paso internacional El Manso (Argentina) con la comuna de Cochamó (Chile), en el vecino país, y reclamar al gobierno nacional por esta ruta, que ya fue declarada en el 2014 como prioritaria.
También se debería terminar la comunicación norte sur y pavimentar el tramo de ruta que falta entre Paso Córdoba (General Roca) a la línea sur; pavimentar la ruta entre Valcheta y Pomona, para comunicar las rutas nacionales 23 y 250; el camino de la costa, entre La Lobería y el acceso al puerto de San Antonio Este, entre otros.
No se mencionan inversiones en la vía férrea entre Viedma y Bariloche, el fortalecimiento del Tren del Valle y la construcción de un ramal que conecte Choele Choel con San Antonio Oeste, a través de 183 kilómetros de rieles, que daría salida a la producción del Alto Valle de Río Negro, bajando costos y descomprimiendo el tránsito de camiones de carga hacia el puerto del atlántico.
Faltan referencias a nuevos proyectos de irrigación para poner nuevas áreas bajo riego en los valles de la provincia, adonde se podría aspirar a alcanzar más de 800 mil hectáreas, según dice la FAO, teniendo en cuenta que es posible regar más de 400 mil hectáreas, en las denominadas meseta norte y meseta sur.
El sistema de riego de Río Negro, es el más extenso del país. El 44% de la superficie irrigada se encuentra en el Alto Valle, el 33 en el Valle Medio y Conesa, el 11 en el Valle Inferior, igual que en el Colorado y el resto en otras zonas menores.
El Plan Castello, un pálido reflejo de aquel de hace 59 años. Un debate que falta.