Las dirigencias gremiales y el reclamo de las bases
(ADN).-El clima social marca un tiempo distinto en la relación de las dirigencias gremiales y sus representados. No es nueva esta situación y en épocas de reclamos y reivindicaciones laborales y salariales, surge la crítica.
Más allá de caprichosas interpretaciones sobre las derivaciones que tuvo el acto de la CGT en Buenos Aires, el 7 de marzo, fue claro que el pedido de los trabajadores fue el paro y repudio a la política económica nacional en el marco de una masiva movilización que dejó descolocada a la dirigencia cegetista, que convocó al acto con la promesa al gobierno de “no acelerar” la huelga general. Les fue mal.
En la provincia hay una mirada similar. A los gremios le cuesta la convocatoria y las bases miran con desconfianza las negociaciones que sus dirigentes llevan adelante con el gobierno.
No es difícil percibir el cuestionamiento que se hace a la dirigencia en los gremios estatales, donde también hay que tener en cuenta los escasos porcentajes de afiliación y de participación activa en asambleas y debates internos.
Las conducciones también descansan en la comodidad, pasividad y no compromiso de los trabajadores y de esta manera se repiten nombres, listas y estilos que perduran en el tiempo con grave riesgo de “burocratización”.
Los procesos de discusión salarial terminan siempre aceptando las propuestas de “las patronales” gubernamentales, sin que se pueda sumar un solo poroto de más. La previa tiene a los dirigentes con verba dura y combatiente que luego deviene en una prosa resignada sobre los logros obtenidos.
Esta situación no significa que haya aceptación de parte de las bases, Hay descontentos porque además en tiempos de crisis tienen poco para dar y los beneficios a los afiliados lejos están de aquellas obra sociales de acompañaban al trabajador en la economía familiar.
La inflación deteriora el salario y nadie confía en los pronósticos oficiales. Lo saben los dirigentes, los trabajadores y el gobierno y si no hay respuesta, puede haber riesgo de agitación social, pero el oficialismo sabe que hace años que el sindicalismo no moviliza multitudes. Por ejemplo en Viedma, ningún gremio arriesga juntar más de 700 personas.
Hoy la dirigencia garantiza la paz social a los gobernantes, pero no logra mejoras en los bolsillos de sus representados.