Se agita el tablero sindical: paro, dudas y traiciones
(Por Jorge Duarte @ludistas) El ajedrez sindical empezó a mover sus piezas. La fecha del paro general puso a todos a diagramar sus próximos pasos. Dudas, intrigas, traiciones, apoyos y hasta una jugada judicial.
La espera terminó. La CGT anunció que el próximo 6 de abril realizará la primera medida de fuerza contra la política económica de la gestión Cambiemos y, lo que era un secreto a voces, puso a rodar el engranaje sindical que tiene a todos los actores en un complejo juego de roles, poder e intrigas. El fragmentado tablero gremial ya presenta a sus jugadores apostando y se avizoran semanas de ajetreo.
La posición de los de Azopardo es clara. A pesar de que no fueron pocos los que intentaron una salida elegante, con el Gobierno realizando un anuncio que pudiera calmar las aguas y descomprimir la situación, no consiguieron éxito en sus gestiones. Luego del llamado de atención (para todos) del #7M, ya no había margen para dilaciones ni puntos medios. Agotadas todas las instancias de baja intensidad, la huelga general se imponía, a pesar de las dudas de varios, más propensos a tender puentes de negociación que a lanzarse a un proceso de confrontación con final incierto. “El problema es el día después del paro general. ¿Qué hacemos? No van a cambiar el rumbo. ¿Vamos a tener que hacer un paro de 48 horas? ¿Y después?”, explicaba una importante fuente cegetista para describir la línea de razonamiento de quienes temen que se vaya de las manos el enfrentamiento con el macrismo y terminé en un callejón sin salida para las dos partes.
A su vez el anuncio cegetista fue el desencadenante de un proceso de posicionamientos político sindicales signado por la desconfianza, las dudas y las demostraciones de poder. Sólo dos días antes Yasky y Micheli habían definido su propia huelga general para el 30 de marzo, una semana antes de lo propuesto por el triunvirato. La idea fue “primerear” a la CGT y capitalizar el costo político pagado por quienes postergaban una medida con amplia aceptación popular. En el mismo momento de comunicar la medida de fuerza blanqueearon la convicción de ser lo suficientemente flexibles para plegarse a una posible resolución de la central mayoritaria.
Sin embargo, por estas horas las tribulaciones de los ceteístas pasan por el temor a otra posible gambeta de los de Azopardo de último momento, que los ridiculice y los deje en soledad habiendo movido su posición original. Hasta ahora se inclinan por la alternativa de parar los dos días, apostando a una movilización que distinga el #30M del “paro dominguero” del #6A. Una maniobra arriesgada que incluso puede exponerlos por la obvia diferencia de las postales.
Los que sí tienen certezas sobre los pasos a seguir son los “primos” que militan en la CTA Perón. Un poco para viabilizar una huelga general absoluta y otro tanto para vaciar la iniciativa del tándem Yasky/Micheli, escaparán a la convocatoria del 30M y adherirán a la del 6A. Además evalúan sumarle a esa jornada sus particularidades, dada la buena sintonía que mantienen con las organizaciones sociales ¿Piquetes?. ¿Ollas populares?. Veremos. En la misma línea, la de adherir al 6A pero de manera independiente, se anota el sindicalismo combativo. Los gremios vinculados al clasismo participarán de la huelga, pero intentarán ganar protagonismo con el tinte activo que le impondrán.
La Corriente Federal también debate su postura. Aunque es una fija que se plegarán a la medida de fuerza de Azopardo, de la que fueron principales impulsores, los comandados por Palazzo son otros que se inquietan por un hipotético volantazo sobre la hora de los triunviros. Por ello se reunirán hoy mismo y analizarán la posibilidad de abrevar a la movilización propuesta para el 30M por las CTA,. Sería una forma de abrir el paraguas ante sorpresas y mantener su batalla contra la política económica de Mauricio Macri, independientemente del rumbo que tomen sus compañeros cegetistas.
Con un perfil sensiblemente más bajo, y en un lugar más expectante en el tablero sindical, el MASA gesta su posición. “Nosotros estamos confederados. Cuando la CGT decide una medida de fuerza, nosotros paramos”, confirmó en off un alto dirigente del espacio, que adelantó que en los próximos días se consensuará la determinación a la interna del movimiento. Los liderados por Viviani y Sasia tienen previsto, casualmente, el 30 de marzo la realización de un plenario con el que esperan aglutinar más de 4 mil delegados, por lo que probablemente la ratificación de la decisión emerja de ese encuentro. “Para nosotros lo que falta en la CGT es un programa, podemos hacer un paro, pero tenemos que tener un proyecto”, remarcó pensando en el post huelga. “Lo de la Ley del autopartismo es un ejemplo de lo que tenemos que hacer. Ahora vamos a presentar un proyecto de ley de ferropartismo”, agregó, y pidió un debate interno en el movimiento obrero para defender la industria nacional y los intereses de los trabajadores.
Entre tanta dispersión, sólo el espacio que conduce Gerónimo Venegas se ubica bajo el ala de Cambiemos. El “Momo”, que esta misma semana comenzó la campaña para conseguir lugares en las listas legislativas con un acto en La Plata (en un rapto de optimismo aspira al 25% de los cargos para su pata gremial), ya le bajó linea a su tropa: no adherir a la huelga. “Las 62 Organizaciones no paran”, confirmaron desde el entorno del ruralista.
Adicionalmente, a medida que el triunvirato toma distancia del Gobierno cerca del líder del Partido FE se entusiasman con que puedan prosperar los recursos administrativos que presentaron en Trabajo y el camino judicial, para impugnar el congreso de reunificación de la CGT. “Ahora es más probable que avancen. Mientras la CGT se aleja del Gobierno, las 62 juegan el partido con más fuerza”, se entusiasmó un referente del sector. El plan de Venegas, para el que necesita un guiño de Triaca, es impugnar el proceso que selló la unidad y embarrar la legalidad de la central obrera. Ahora el camino se avizora un tanto más libre, aunque romper lanzas con los cegetistas sería un plan demasiado arriesgado para Macri, que ya ensaya la acusación de “un plan de desestabilización” para contener la arremetida sindical.