La regresividad impositiva, de mal en peor
(Por Marcelo Zlotogwiazda*).- La reforma tributaria fue una de las principales asignaturas pendientes del kirchnerismo, pero la reforma tributaria que está insinuando el actual Gobierno no parece interesada en modificar una de las peores características del sistema impositivo del país: su regresividad.
Según adelantaron en el Palacio de Hacienda, el proyecto que lentamente está en elaboración y que recién el año próximo será enviado al Congreso prioriza modificaciones en tres impuestos. Están evaluando alternativas para reducir el costo laboral, fundamentalmente a través de rebajas en las contribuciones patronales. También le apuntan al impuesto a las cuentas corrientes. Y el tercero en la mira es el Impuesto a las Ganancias.
Sobre este último, la ley aprobada a fines del año pasado satisfizo bastante el reclamo de la CGT, con la elevación del mínimo no imponible, la actualización de las escalas y la ampliación de algunas deducciones. Las modificaciones que están estudiando ahora se orientan hacia el lado empresario. Una de las principales es la reimplantación plena del ajuste por inflación, cuya ausencia genera que las empresas paguen por Ganancias ficticias que surgen de las variaciones de precios de mercaderías y activos. El ajuste contable por inflación había sido eliminado por la ley de Convertibilidad a en 1991, y luego de una contramarcha fue suspendido por el Decreto 664 del año 2003.
Considerando que el restablecimiento del ajuste por inflación les permitiría a las empresas significativos ahorros, y consciente de las restricciones fiscales que enfrenta, el ministro Nicolás Dujovne baraja una idea para que esa modificación no tenga un impacto fiscal inmediato, que básicamente consiste en imponer un pago de Ganancias a cuenta de los ahorros retroactivos y futuros que se obtengan por la restauración del ajuste por inflación. La idea está inspirada en la misma lógica del exitoso blanqueo: el gobierno sirve en bandeja un beneficio y cobra una entrada para el acceso.
Con esas pautas de reforma como líneas de acción prioritaria no hay motivo para alentar expectativas de que la estructura tributaria del país cambie su crónica fisonomía regresiva, que se arrastra desde mucho tiempo atrás y que tampoco el Gobierno anterior quiso, supo o pudo modificar. De las declaraciones y trascendidos no se desprende ninguna intención de insuflar progresividad, ya sea
fortaleciendo el cobro de impuestos patrimoniales, gravando las grandes herencias, aumentando la carga sobre consumos suntuarios, o elevando la presión sobre los altos ingresos.
Como se observa en el cuadro adjunto los doce años de kirchnerismo se caracterizaron por lo siguiente: 1) la incidencia del IVA en la recaudación total se mantuvo casi inalterada apenas por debajo del 30 por ciento; 2) hubo un alza de 5 puntos en Ganancias debido en buena medida al mayor pago de personas físicas por retraso del mínimo no imponible y congelamiento de escalas; 3) la proporción de los ingresos de la Seguridad Social aumentó fuertemente; 4) contra lo que muchos creen, el peso de las retenciones se redujo notablemente; y 5) la participación de Bienes Personales, el único impuesto al patrimonio a nivel nacional, pasó de ser ridículamente baja a un más insignificante 1,2 por ciento del total.
El primer año del macrismo no mejoró la situación.
El IVA mantuvo su participación, y el mecanismo de devolución para beneficiarios de la AUH y jubilados con haber mínimo se ha expandido muy poco.
Ganancias perdió casi 4 puntos, en parte por los cambios introducidos antes de la aprobación de la ley. En relación con la recaudación total equivalen a 80.000 millones de pesos, que en su gran mayoría fueron a bolsillos de clase media y media alta.
La quita de retenciones acentuó la tendencia a la baja que tenían los derechos de exportación, y Bienes Personales siguió cayendo rumbo a su extinción.
Si además se tiene en cuenta el antecedente de la mayor regresividad impositiva que dejó como saldo la gestión de Macri en el Gobierno porteño, quienes creen que los
impuestos son una herramienta fundamental para equilibrar las enormes desigualdades sociales de la Argentina no tienen casi nada de donde aferrarse para ser optimistas.