Todos a la cancha. ADN
El sport tiene favorito, enemigo y sorpresa. En la jerga turfística se denomina de esta manera a las chances que tiene en la carrera cada competidor con su jockey.
Anoche cerraron las listas con la mirada en los anotados para la carrera de senadores y diputados por la provincia de Buenos Aires, para las elecciones de octubre, definida como la madre de todas las batallas.
Acá no se elige presidente ni juega Mauricio Macri, que tiene mandato hasta 2019. Se compite nada más ni nada menos que por la integración de un nuevo escenario en el Congreso de la Nación, tanto en Senadores y Diputados y además la composición de los Concejos de Deliberantes de las comunas del cono urbano –con gran concentración de electores- un tema subordinado a la competencia mayor, pero no menos importante para los “barones” de esa voluminosa periferia que siempre amenaza con sentido federal al unitarismo porteño.
El resultado de octubre podría ser un dolor de cabeza para el presidente Macri, porque con un Congreso opositor podría fracasar la nueva etapa que todos anuncian de profundizar el ajuste y avanzar en el proyecto liberal que tiene comprometido con los grupos económicos internacionales y que reafirmó ante la alemana Angela Merkel, en su visita al país, ante el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ante los Reyes de España, el FMI y otros líderes mundiales.
Cristina Fernández le puso el título a estas elecciones: frenar el proyecto liberal y si detrás de esta consigna se encolumnan las provincias, ya sea por el PJ, el FpV, Frente Ciudadano, partidos provinciales o sectores de la izquierda, que compiten por un escaño en el Congreso, el gobierno nacional estará en problemas. Ese es el desafío que se plantea desde la oposición.
El gobierno, ante la falta de representación del radicalismo como aliado y las ofertas de nombres que propuso para estas elecciones, fortaleció al PRO y busca independientes que han tenido un buen espacio en los medios televisivos hegemónicos, apoyados por las redes sociales con la instalación de agendas a través de los centros troll de difusión mediática. Ahí están Carolina Píparo, la hermana de Guillermo Barrios Schelotto y el médico Facundo Manes (que se bajó). Apuesta a la “fobia” anticristina de los sectores medios.
Es el primer test electoral de Mauricio Macri y el optimismo oficial se desvanece con la composición nacional de cada provincia. En Buenos Aires radican los sectores emprobrecidos que más sufrieron las políticas económicas, lo mismo que en Santa Fe y en Córdoba, donde el gobernador Sciaretti propone como candidato a su vice Martín Llaryora.
¿Terminarán las provincias marcando el rumbo desde el Congreso de la Nación?. El presidente Macri tuvo el apoyo de dirigente hoy sin peso en sus territorios. Pichetto, en Río Negro, Urtubey en Salta; Diego Bossio y otros, diluidos de la política argentina, que sucumbieron con el discurso de la gobernabilidad.
El oficialismo tuvo problemas en muchas provincias. No puede evitar las internas en Cambiemos, porque aún hay radicales que no quieren rifar el centenario partido. Hay listas para disputar internas en muchas provincias y en el territorio bonaerense se sienten desplazados. Quedará en sus manos si permiten firmar el acta de defunción de la UCR, como parece que es el camino del PJ.
Néstor Kirchner lo había adelantado cuando pronosticó que en el país quedarán sólo dos espacios de referencia política: La centro derecha y la centro izquierda. Cada uno sabrá adonde alinearse. El equilibrio pueda estar en el Congreso.
En octubre no está en juego la presidencia de la Nación, quizás solo marque el camino de un cambio futuro.
Las próximas elecciones podrán colocar en el Congreso Nacional un conjunto de voces opositoras que pongan freno al proyecto liberal instalado en la Argentina. Ni hay gobierno sin leyes que no avalen, aun cuando Mauricio Macri fue el presidente que más abuso de los decretos de necesidad de urgencia para eludir al Congreso.
Se vota senadores y diputados que sancionan las leyes y se preanuncia una etapa donde el diálogo y el consenso podrán ser los mecanismos democráticos para gobernar el país. Difícilmente se gobierno a “los pechazos”, aun cuando desde el gobierno se tienen “las herramientas” para torcer voluntades.
Es el tiempo de las provincias y el rol de sus senadores y diputados.
Los primeros en darse cuenta de lo que significa la próxima etapa electoral del país fueron los organismos del poder económico internacional que plantean un compás de espera para la Argentina.
De esta manera las elecciones en la provincia de Buenos Aires y otros distritos del país no son neutras y en este escenario no es poca cosa una mayoría que se construya con los votos de Unidad Ciudadana, El Frente País, El Frente Creo (Pino Solanas), el PJ y los partidos de izquierda.
No se elige presidente de la Nación, se eligen senadores y diputados que pueden preanunciar el escenario electoral del 2019.
El gobierno nacional no desconoce esta realidad. Cuenta con los medios de difusión como aliados y de acuerdo al resultado electoral exigirá el Pai Durán Barba planificar un futuro, que tiene un origen insoslayable: las elecciones del 2015, donde el Frente para la Victoria, con Daniel Scioli, alcanzó el 36.86 por ciento de los votos y el candidato de la Alianza Cambiemos, Mauricio Macri, el 34.33. Sólo la euforia macrista invisibilizó como llegó al poder.
El ballotage le permitió ganar al actual presidente de Cambiemos por el 51,34% ante el Frente para la Victoria 48,66%, una exigua diferencia de 678.774 votos, hoy olvidada y con poco margen como gobernar con el actual estilo.
Octubre puede desafiar estos números y anunciar hoy la realidad es otra diferente a noviembre del 2015.