La “reforma previsional” contra las mujeres
(Por Jimena Pesquero Bordón).- EL proyecto de ley denominado la “Reforma previsional” que en estos días de diciembre impulsa, doblegando a los Gobernadores y desplegando un impactante operativo de represión de las fuerzas de seguridad, el Gobierno Nacional hiere profundamente el avance realizado en materia de derechos sociales y económicos de más de 17 millones de ciudadanos alcanzados por la seguridad social que, principalmente, son mujeres.
Las mujeres son la mayoría de los jubilados que cobran el haber mínimo que desde agosto de este año, producto de la aplicación del actual coeficiente de movilidad, es de $7246 aunque, aún, muy lejano a la actual canasta de bienes y servicios básicos. Son también las madres de los niños, niñas y adolescentes destinatarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH) de $1412 y de $4606 por hijo con discapacidad. En este contexto, el 11 de diciembre se publica el Informe sobre la Pobreza en la Argentina (ODSA-UCA) que nos advierte que más del 48% de la niñez argentina vive en hogares pobres. Las destinatarias de las pensiones contributivas, que también estarían impactadas por el presente proyecto de “Reforma previsional”, son percibidas en mayor medida por mujeres (principalmente por viudez).
La presente infantilización y feminización de la pobreza tiene raíces socioeconómicas e históricas profundas que además de visibilizarse en informes estadísticos se comprende a partir de la perspectiva de género en los estudios sociales y económicos que visibilizan el origen de dichas desigualdades en la inequitativa distribución de los roles productivos y reproductivos generizados (la atribución de roles sociales según sexo como si lo social fuera producto de determinaciones biológicas) y una división sexual del trabajo, en consecuencia. En esta construcción social transhistórica somos las mujeres las que invertimos mayor cantidad de tiempo en tareas reproductivas (tareas domesticas, cuidados de niños y enfermos), llamadas de la economía de los cuidados, que no son remuneradas. Mas éstas tareas son las que permiten la reproducción de la vida y son la base que hace posible el desarrollo de las economías nacionales (economía productiva). Ese aporte invisibilizado y socialmente no valorizado pone en desigualdad de condiciones a las mujeres para acceder al sistema de previsión social. Esta mirada se cristaliza con la frase “no trabaja, es ama de casa”. Nancy Fraser, intelectual feminista contemporánea, afirma: “La reparación de la injusticia de género exige cambiar tanto la estructura económica como el orden de status de la sociedad”.
La lógica de distribución de roles generizada también impacta en las relaciones del trabajo. El ejemplo más ilustrativo es que el 20% de las mujeres en actividad son empleadas de casas particulares, una de las ramas del trabajo con mayor precarización e informalidad existente a pesar de los avances realizados a partir de la sanción de la Ley 26.844 en el año 2013. Según INDEC la informalidad laboral en la Argentina alcanza a un 34% de la Población Económicamente Activa (PEA). Las mujeres son más perjudicadas por la evasión fiscal de los empleadores, en algunos casos el propio Estado, y son las que cumplen las labores de menor remuneración (se estima que la brecha de género salarial en la Argentina actualmente es del 33% entre hombres y mujeres).
En el caso de nuestro país, la implementación del Plan de inclusión previsional de corte universal desde el año 2005 permitió que millones de mujeres accedieran a una jubilación mínima acogiéndose a las moratorias (86% de los que accedieron a la última moratoria fueron mujeres), un derecho que también está en jaque debido al actual proyecto de “Reforma Previsional”. Mujeres que están en una desigualdad estructural de condiciones para realizar aportes previsionales y que sería de un alto cinismo decir que no trabajaron ni aportaron al desarrollo de nuestro país.
Modificar de forma regresiva el sistema de previsión social en la Argentina que protege a millones de mujeres y niños en situación de pobreza y vulnerabilidad social es agudizar la estructura socioeconómica desigual existente y agrandar la brecha de desigualdad de género. Sostener el presente proyecto de redistribución regresiva del ingreso bajo un imperativo de ajuste fiscal del renovado recetario neoliberal es cortar por el hilo más fino de nuestra trama social: las mujeres y la niñez. En particular, creo que las personas con representación institucional para la defensa de los derechos de las mujeres, no podemos quedar indiferentes frente a una nueva envestida contra nuestro sistema de protección social que nos deja más lejos aún de la ansiada reparación de la injusticia de género por la que bregamos.
*Licenciado en Sociología (UBA). Presidenta del Consejo Municipal de la Mujer de Viedma