La carrera contra el tiempo de Mauricio Macri
(Por Sylvia Colombo*).- El presidente Mauricio Macri tiene un año difícil por delante. A tres años de iniciarse su gestión, los eslóganes de cambio y estabilidad económica de su campaña presidencial de 2015 ya parecen un chiste: Macri era el líder que terminaría con la polarización política en la Argentina, haría que el país tuviera una “lluvia de inversiones” y controlaría la inflación. Nada de esto pasó.
Ahora, en conciertos, marchas y hasta en el preámbulo de la final suspendida de la Copa Libertadores, se escucha más bien otro eslogan: “Mauricio Macri, la puta que te parió”. O se lee con demasiada frecuencia su versión de redes sociales, #MMLPQTP.
Si Macri no cambia de rumbo y logra frenar su marcha hacia la catástrofe, puede olvidarse de sus aspiraciones a un segundo periodo presidencial. No sucede a menudo, pero en unos días, tiene una oportunidad invaluable para hacerlo: será el anfitrión del G20, el encuentro más importante de las principales economías del mundo. En el preludio de las elecciones de octubre de 2019, tiene demasiados problemas y poco tiempo para solucionarlos.
Pero este evento —con sus posibilidades y riesgos— podría ser su último recurso.
Durante su gestión se han hecho algunos avances: se echaron a andar las urgentes reformas previsional y tributaria y se aprobó un presupuesto austero para 2019, con lo que el país se ajusta a las condiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) para recibir el crédito de 57.000 millones de dólares pactado hace unos meses. Aunque muchos expertos argumentan que el próximo será un año de recesión, los ajustes pueden contribuir a la estabilidad macroeconómica. Pero, también, cuando estas duras medidas empiecen a sentirse en el bolsillo de los ciudadanos, la popularidad de Macri podría disminuir todavía más: en agosto llegó al 35 por ciento, una baja significativa del 59 por ciento de aceptación que tenía durante las elecciones legislativas de 2017.
El encuentro de los líderes del G20 —del 30 de noviembre al 1 de diciembre, en Buenos Aires—, será quizás su última oportunidad para convencer al mundo de que la Argentina es un país preparado para recibir inversiones y al electorado argentino de que él es el líder que su nación necesita.
Hace solo unos días, Macri tuvo otra oportunidad inusual. Y fallida: Buenos Aires sería el escenario de la “final del mundo”, el partido que definiría al campeón de Sudamérica entre los dos clubes más importantes del fútbol argentino, Boca Juniors y River Plate. Pero la final nunca ocurrió: unos hinchas violentos de River tiraron piedras al bus que llevaba a los jugadores de Boca al estadio, la policía no supo contener la turba en los alrededores del estadio y se suspendió el encuentro. Macri —quien presidió Boca por doce años y ganó diecisiete títulos— enfrentaba un nuevo revés: en vísperas del G20, la imagen del país se desarmó por la violencia de una hinchada desbocada y las fuerzas de seguridad de la ciudad se vieron incapaces de controlar un evento de dimensiones mucho menores que el encuentro entre las principales potencias del planeta.
El sábado 24 de noviembre, la final de la Copa Libertadores en Buenos Aires se suspendió. Credit Reuters
Perdida la oportunidad de la final de fútbol, queda el G20. Pero habría que ser cautos: los eventos internacionales recientes que la Argentina ha hospedado, no siempre terminaron de manera óptima. Tanto la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en diciembre de 2017 como las reuniones ministeriales del G20 en meses pasados no lograron llegar a acuerdos concretos.
En el caso del G20 se espera también una resolución anticlimática: los actores principales del encuentro tienen muy poco en común y el panorama internacional está polarizado. El presidente estadounidense, Donald Trump, parece comprometido en continuar con su política proteccionista; el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, se irá antes de que termine el encuentro para pasar el mando a Andrés Manuel López Obrador; la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, atraviesa un episodio de descrédito severo, y el controversial príncipe saudita Mohamed bin Salmán —a los ojos del mundo, el responsable del asesinato del periodista Jamal Khashoggi— hará acto de presencia.
Aún así, el G20 será vital para Macri. Tendrá una veintena de reuniones bilaterales en las que espera llegar a acuerdos con, entre otras naciones, China y Estados Unidos. Y también podrá beneficiarse del prestigio diplomático de que la Argentina sea el escenario donde se firmará el nuevo acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá y, quizás, se negocie el fin de la guerra comercial entre China y Estados Unidos.
Macri necesita dos cosas si quiere seguir en la Casa Rosada. La primera es mejorar los números de la macroeconomía y disminuir los efectos del ajuste previsto en el nuevo presupuesto. Su apuesta es que llegará al déficit fiscal cero con más cortes de gastos. El presidente confía en que los miles de millones prestados por el FMI financien el país y les den confianza a los inversores foráneos. Si durante el G20 logra atraer inversionistas y en los próximos meses sus medidas económicas tienen éxito, esta cita internacional se habrá convertido en el oxígeno que necesitaba para sobrevivir hasta las elecciones.
La segunda, y más urgente, es mejorar su estrategia de comunicación. Macri debe encontrar el modo de explicar mejor a los argentinos por qué es tan importante que Buenos Aires sea la sede de este encuentro, debe transmitir con claridad que el G20 puede ser lo que no fue la final de la Copa Libertadores: un evento que muestre a la Argentina como un protagonista internacional, lúcido, capaz y pacífico.
En este año, el presidente ha manejado asombrosamente mal la comunicación de los temas más sensibles. Anunció tarde y de manera torpe el préstamo del FMI: al principio dijo que sería una medida de precaución, luego se reveló que era una emergencia y al final aclaró que se necesitaba más crédito y se necesitaba antes. Otro momento desastroso de comunicación fue la búsqueda y el hallazgo del submarino ARA San Juan. Macri se mostró distante e insensible a los reclamos de los familiares de los fallecidos.
Así como ha tenido desaciertos y golpes de infortunio, Mauricio Macri tiene también suerte: el peronismo está dividido y la fragmentación de la oposición lo favorece. El presidente todavía depende más de su desempeño en los meses que le quedan que lo que puedan hacer sus opositores. Pero para ello Macri tiene que reformular su imagen y su mensaje. Solo así lo que diga en su campaña de 2019 no se volverá, de nuevo, un chiste. (Foto: Credit Juan Mabromata/Agence France-Presse — Getty Images)
*La presente nota pertenece a Sylvia Colombo* publicada por el The New York Times en español, previo al G20.
Sylvia Colombo es corresponsal en América Latina del diario Folha de São Paulo y vive en Buenos Aires.