Mujeres.Lejos de la autonomía, de la libertad y de la igualdad
( Susana Yappert *).- Según los Indicadores Nacionales de Género difundidos el 3 de enero del 2019 por el Instituto Nacional de las Mujeres (INAM) el 18,3% de las mujeres mayores de 14 años no cuenta con recursos propios ni tiene empleo; en el caso de los varones esa cifra se reduce a la mitad. Poco más del 25% de mujeres se dedican a tareas de cuidado y trabajo no remunerado contra el 3,9% de varones. Las mujeres en edad reproductiva trabajan un promedio de 7 horas en tareas en su hogar, cifra que asciende a 9 horas si tiene más de dos hijxs. La mayor calificación de la mujer no se traduce en términos económicos. La brecha salarial sigue clavada y en esta medición acusó un 29% promedio. En síntesis, ganamos menos y hacemos mucho más.
Quienes trabajamos con perspectiva de derechos y de género, pedimos de modo constante al Estado que este enfoque también alcance las estadísticas. Los datos son insumos elementales para el diseño de políticas. La gente del Instituto Nacional de las Mujeres (INAM) también lo sabe; de hecho, su titular, Fabiana Túnez, elaboró desde su organización (La Casa del Encuentro), un modo de visibilizar femicidios contabilizando mujeres asesinadas que aparecían en algunos medios nacionales. Esta cifra es desdeñada por organismos internacionales que relevan estadísticas nacionales justamente por ser poco rigurosa y porque además dichos organismos relevan sólo datos oficiales. Muestra de ello es que el propio INAM, utiliza datos de femicidios elaborados por la Corte.
Hace unos días se conocieron estadísticas del INAM que celebramos y que servirán a la próxima gestión para que evalúe si existieron políticas para mejorar la desventajosa realidad actual. Los datos del INAM nos dicen eso: la cosa no está bien para las mujeres, hay que profundizar políticas para que nuestra sociedad sea más equitativa, justa e igualitaria.
Sí, había que pedirle a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) un poco más, puesto que los hogares están “generizados”. Según el Observatorio Nacional de Violencias contra las Mujeres dependiente del INAM, los hogares con jefatura de mujeres ascienden al 40%, es decir, 4 de cada 10 tiene una mujer como jefa de hogar. Un dato interesante más: a mayor educación, mayor el porcentaje de mujeres a cargo.
Las jefaturas femeninas en hogares unipersonales representan el 28%; en hogares monoparentales (una sola persona adulta a cargo) ascienden al 26,4%; y las que corresponden a familias extendidas, un 20%.
Las tasas de actividad, empleo y desempleo también tienen comportamientos diferenciados por género. En este sentido la encuesta señala que las tasas de actividad y empleo son mayores para los varones, con una diferencia porcentual de más de 20 puntos respecto a la de las mujeres. Mientras que la tasa de desocupación sigue un comportamiento inverso.
Un dato negativo nuevo, la desocupación se incrementó 0,5 puntos porcentuales en las jefaturas de familia en 2018 y la desocupación femenina pasó a 2 dígitos en igual período, 10, 8%, cifra que supera a la desocupación masculina, que fue el año pasado de 8,7%.
La presencia de las mujeres en el mercado laboral está relacionada estrechamente con la carga de trabajo doméstico y de cuidados que recaen sobre ellas. A medida que aumenta la edad de los/as hijos/as se incrementa su participación en el mercado laboral, a diferencia de lo que ocurre con los varones. Otro dato que ayuda a explicar la incidencia que tiene la doble o triple jornada laboral es el siguiente: Si una mujer tiene hijas/os menores de 4 años, trabaja menos: “las mujeres jefas de hogar participan en el mercado laboral en un 60,9%, en tanto esta participación es de un 71,2% cuando los/as hijos/as superan los 13 años. En cambio, en el caso de los varones jefes de hogar ocupados la participación en el mercado de trabajo supera el 90% independientemente de la edad de sus hijos e hijas”.
El promedio de ingresos totales y para de la actividad principal es de $ 13.145 para mujeres y de $ 17. 655 para los varones.
La primera encuesta del uso del tiempo libre se realizó durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2013), desde entonces el país cuenta con esas cifras que no acusaron cambios durante la actual gestión. Para el total nacional, la cantidad de horas dedicadas en promedio al trabajo doméstico no remunerado por parte de las mujeres, casi duplica la dedicada por los varones a las mismas tareas, 6,4 horas dedican las mujeres a tareas en el hogar contra 3,4 horas diarias que ocupan los varones. Entre los 30 y 69 años de las mujeres, el promedio asciende a 7,1 hora diarias que dedican al trabajo no remunerado. Esto es casi 50 horas semanales. Cuando hay niñxs menores de 6 años, las horas que trabaja una mujer en su casa, ascienden a 9, 8 horas diarias si el hogar tiene dos niñxs. A mayor cantidad de hijxs, mayor el tiempo que dedica a trabajo no remunerado. Cuando la jefatura la tiene una mujer, el tiempo de tarea en el hogar se acrecienta de manera notable en comparación a la de un jefe de familia varón (5,3 contra 3,6 horas), pero si tenés una familia tradicional, la cosa no mejora, la cantidad de horas de trabajo de mujeres en la familia duplica la del varón: 7. 6 horas contra 3, 4.
Una peculiaridad: una mujer que tiene trabajo remunerado, disminuye las horas que trabaja en su casa de manera gratuita, en el mejor de los casos delega esas horas; en cambio, en los varones no se advierte esta característica: esté o no empleado, no acrecienta su tiempo a tareas domésticas.
Quienes están subocupadas, es decir, trabajan menos de 4 horas diarias y querrían trabajar más horas, son mayoritariamente mujeres, en una diferencia de 5 puntos porcentuales con los varones. Concusión: hay más desocupadas, subocupadas y con trabajo peor remunerado entre las mujeres. Es decir, el viejo mapa no cambió nada durante la “revolución de la alegría”.
Según nivel educativo, las mujeres con estudios universitarios finalizados superamos a los varones (22,3% contra 17,4%), pero no existe correlato de esto con la inserción laboral o nuestros ingresos. La brecha salarial sigue siendo enorme: 26,2% si se promedian ingresos. Un dato nuevo es que ahora sabemos que esa brecha se agranda cuando somos universitarias a un 34%. Y si tenemos el secundario incompleto, alcanza la escandalosa cifra de 42%.
La autonomía económica es central en la vida de una mujer para mejorar su calidad de vida. Según define CEPAL, autonomía económica es la capacidad y las condiciones concretas de las mujeres para tomar libremente las decisiones que afectan su vida. Según nos muestran estos indicadores, aquí hay grieta.
La Argentina asiste a un deterioro sostenido de las condiciones de existencia desde que un gobierno neoliberal volvió al poder en 2015, con una destrucción del empleo feroz y una inflación incontrolable que impactan de manera notables en las mujeres, proceso que se denomina “feminización de la pobreza”. Si analizamos hogares pobres o indigentes, fácilmente se llega a esta conclusión. Ser mujer implica un riesgo mayor de caer en la indigencia: casi el 20% de la población femenina total cobra menos de lo que indica la canasta alimentaria; en el caso de los varones, el porcentaje es del 10,9%.
Las cifras actuales confirman la mayor vulnerabilidad económica de las mujeres, que se encuentran en mayor proporción que los varones en los tres primeros deciles de ingresos, superándolos en 16 puntos porcentuales. Nadie desconoce ya la relación entre autonomía económica y situaciones de violencia. Una persona que no es autónoma es más vulnerable a la violencia y la salida de esa situación, muchísimo más compleja.
Otro dato escalofriante: el 25,4% de las mujeres se dedican al trabajo no remunerado y a tareas de cuidado, a diferencia de los varones que apenas alcanzan el 3,9%. Señala el estudio: “Si analizamos la distribución de género en cada categoría de “inactividad” observamos la presencia de varones y mujeres en todas ellas. Ahora bien, es destacable que la población que se dedica al trabajo no remunerado y tareas de cuidado está altamente feminizada, siendo el 92% mujeres y el 8% varones”.
Los indicadores son necesarios pero no resultan de utilidad si no hay políticas que corrijan las injusticias que acusan los datos. El modelo vigente es intrínsecamente injusto, la restauración neoliberal en la Argentina multiplica la pobreza y concentra la riqueza en pocas manos y en este reparto cruel, sabemos que el impacto en las mujeres es peor. El “feminista menos pensado” es otro de los engaños de este gobierno. Para salirnos del camino de la feminización de la pobreza, no sólo es necesario un cambio cultural sino un profundo cambio político.
El neoliberalismo no es el camino, y la ceguera de género, tampoco. En las elecciones de este año, por primera vez, el 50% de las candidaturas deberán ser para mujeres, pero ellas también tienen que tener un compromiso con ese cambio cultural. La historia muestra que cuando llegan mujeres al poder, las chances de que mejore la vida de las mujeres son mayores. Pero hay más chances de construir igualdad cuando quienes llegan a posiciones de poder, sean del sexo que fueren, tienen el compromiso de transformar una realidad a todas luces injusta.
*Referente de Corriente La Colectiva Río Negro