Periodismo y Poder
(ADN). –Eduardo Jozami dijo que Rodolfo Walsh nos ensenó que el periodismo debe estar al servicio de los valores y de las causas. Esta apreciación define también la relación del periodismo con el poder
El periodista Hernán Vaca Narvaja, en un trabajo de la Universidad Nacional de Río Cuarto, señala que el hecho de mostrar la realidad, de recortarla, supone asumir un compromiso con esa realidad y adoptar una posición ideológica para reflejarla. Superada hace mucho tiempo la discusión bizantina sobre si es posible la objetividad en el periodismo –“¿Contra quién eres neutral?”, se preguntaba Mark Twain-, el desafío se centra en la necesidad de asumir una subjetividad asentada en la honestidad intelectual.
De la credibilidad que la gente tenga en los medios de comunicación dependerá el grado de compromiso asumido por el periodista.
Sostiene el autor de este trabajo, que Periodismo y Poder constituyen dos caras de una misma moneda. En la medida en que el periodista se compromete con la realidad que describe, deberá enfrentar necesariamente al poder. Son discursos divergentes que en algún momento se volverán antagónicos. Y este enfrentamiento, contrariamente a lo que puede suponerse, no se da solamente en el caso del denominado periodismo político, donde la relación con el poder es más inmediata. También quienes escriben las crónicas policiales deben lidiar con el “espíritu de cuerpo” de los uniformados, así como los que ejercen la crítica cinematográfica están expuestos a las presiones de los grupos editoriales o la industria del cine y quienes escriben sobre fútbol deben soportar el lobby de los clubes más poderosos.
La complejidad de la sociedad moderna y el descrédito social en instituciones claves de la sociedad argentina como la Justicia, el Parlamento o el gobierno, han convertido al periodismo en un reaseguro institucional.
Según Hernán Vaca Narvaja, quien elige este oficio debe tener como leit motiv profesional rechazar siempre la primera versión de los hechos, desconfiando de la palabra oficial en sintonía con la desconfianza social que los argentinos tienen sobre su clase dirigente.
Paradójicamente, la consolidación del discurso periodístico en la sociedad argentina se produce en forma coincidente con una peligrosa concentración de los medios de comunicación. La libertad de prensa corre el peligro de limitarse a una acotada libertad de empresa. En ese aprendizaje constante que es el periodismo, se requiere de un diálogo fluido –aunque no necesariamente directo- entre el periodista y su público. Y mientras más democrática es una sociedad, más fluido será este contacto.
Pero la realidad plantea una serie de tensiones que distorsionan el ideal de la profesión. Por lo pronto –como sostiene Carlos González Reigosa, “la democracia exige el acceso al conocimiento, el acceso a la información, y ello de algún modo significa –debe significar- el acceso de los ciudadanos a los propios medios de comunicación”. No es la realidad que se plantea en Argentina ni en el resto del mundo. Esta disonancia lleva a decir a Alvin Tofler que los medios de comunicación de la era industrial son lisa y llanamente antidemocráticos: “hoy en día –sostiene Tofler- los medios desafían a la democracia al ser ellos quienes dictan el calendario político”.
En Argentina, es un hecho que los medios de comunicación –y especialmente los grandes diarios- terminan fijando la agenda política. Los funcionarios inician la jornada contestando –rechazando, desmintiendo o afirmando- las tapas de los principales diarios del país.
El gran desafío del periodismo del tercer milenio es no perder la credibilidad de su público. Y el dilema de los periodistas es el mismo que marcó a fuego este oficio desde sus orígenes: auscultar la realidad y mostrarla con la mayor honestidad posible, haciendo caso omiso de las presiones internas y externas a la hora contar las historias que le interesan a la gente. Y aceptar el conflicto permanente con el poder político como parte de nuestra profesión y de la inevitable colisión del discurso oficial con las múltiples lecturas del periodista.
En palabras de González Reigosa, “la labor de la prensa es traspasar la superficie plana de la política, es decir, atravesar la fachada de la vida pública y ofrecer la verdad honda que hay detrás, es decir, la verdad que hay detrás de esas imágenes más o menos prefabricadas que le llegan al ciudadano y que amparan a quienes nos gobiernan o aspiran a gobernarnos. Cada vez que una verdad se abre paso desde la oscuridad hasta la luz del conocimiento público, se ennoblece y acrecienta la función de los medios de comunicación”.
Periodismo y Poder: La encrucijada ética de una relación tortuosa
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