Los aliados de Fernández para la emergencia económica
Los gobernadores opositores fueron clave para que Alberto consiga rápido la emergencia económica. Schiaretti ayudó en Diputados. Los rionegrinos ya son aliados y la UCR aceleró el debate en el Senado. Estos son los puntos claves que publicó LPO en una nota de Mauricio Cantando.
El vínculo de Alberto Fernández con los gobernadores opositores no podía empezar mejor: sus legisladores, por acción u omisión, facilitaron la sanción de la voluminosa ley de emergencia, la principal herramienta de su Gobierno para intentar llegar bien parado a la negociación de la deuda externa.
Sin el aporte de los mandatarios de otro color político nada hubiera sido igual. El cordobés Juan Schiaretti dejó atrás su neutralidad de la campaña electoral y ordenó a sus cuatro diputados ayudar con el dictamen de comisión, el quorum de la sesión y la aprobación de la ley en general.
Rechazaron varios artículos en particular, como el aumento de retenciones a las exportaciones de granos o el traspaso de Edesur y Edenor a la Ciudad, que igual se aprobaron y sin su ayuda previa tal vez ni llegaban a tratarse. Fue un disenso inocuo y acordado.
Y no fue un acuerdo bajo la mesa, porque Schiaretti también le puso el cuerpo a su etapa de aliado virtual. Fue el primero en llegar a la asunción de Alberto en el Congreso y la semana que pasó viajó a varios eventos presidenciales, como el acto de Smata.
Tiene motivos de sobra: sus vencimientos de deuda a corto plazo no serán fáciles de cancelar sin algún trámite del Ministerio de Hacienda y el déficit previsional sigue necesitando de ayudas de Anses.
El senador Alberto Weretilneck confirmó que su partido provincial, Juntos Somos Río Negro, será en el Congreso como todos los que gobiernan sus territorios: oficialistas.
Este viernes fue uno de los primeros en llegar al Senado para dar quórum, al inicio y después del cuarto intermedio pedido por los radicales para evaluar si bloqueaban o no la sesión por el escándalo de las jubilaciones de privilegio.
Un día antes, su diputado Luis Di Giácomo había votado con disciplina oficialista y ni siquiera se esforzó en pedir modificaciones como sus compañeros de Unidad Federal para el desarrollo, el flamante bloque conducido por el excéntrico mendocino José Luis Ramón.
Los gobernadores radicales Rodolfo Suárez (Mendoza), Gerardo Morales (Jujuy) y Gustavo Valdés (Corrientes) demostraron un fluido diálogo con la Casa Rosada, que empezó con una reunión el lunes con el presidente y siguió con gestos permanentes.
El miércoles, cruzaron por Twitter a los diputados de Juntos por el Cambio que habían propuesto bloquear la sesión, un grupo de «duros» integrado por Fernando Iglesias, Waldo Wolff, Alejandro García y la quincena de la Coalición Cívica, tutelados de cerca o de lejos por Elisa Carrió.
Morales y Suárez comparten el problema de Schiaretti: una abultada deuda en dólares con vencimientos de corto plazo, que tal vez necesiten refinanciar con ayuda de la Nación. Alfonso Prat Gay los convenció de aprovechar la confianza de los mercados en 2016 y la devaluación de los años siguientes erosionó sus presupuestos.
El mendocino no espera que la oposición local le habilita una recompra de los bonos de deuda, un trámite que le negaron a su antecesor Alfredo Cornejo. Este viernes su Legislatura aprobó reformas a la ley de minería, la esperanza del ingreso de divisas que le aporten paz financiera.
Como anticipó LPO, el jujeño está en aprietos y hasta evalúa liberar a Milagro Sala para asociarse al presidente. Tiene que cancelar un festival de bonos y una deuda que tomó para construir el parque solar Cauchari con el sueldo de los empleados públicos de garantía, o sea, el 70% del empleo local.
Su pupilo Luis Naidenoff, jefe de los senadores de Juntos por el Cambio, consensuó el último miércoles con sus dirigidos que lo mejor era aportar dos tercios para que el oficialismo sancionara la emergencia el viernes y no esperar una semana para llegar al mismo final.
Lo discutió fuerte con Martín Lousteau y subieron más el tono durante el cuarto intermedio de la sesión, cuando el economista se puso al frente de los duros que proponían bloquear la mayoría especial y obligar a abrir el recinto después de navidad.
Lo acompañaban en la rebeldía los mendocinos Pamela Verasay y Julio Cobos; el catamarqueño Oscar Castillo y los PRO Alfredo De Angeli, Gladys González, Esteban Bullrich, Guadalupe Tagliaferri y Laura Rodríguez Machado.
Humberto Schiavoni, el jefe del PRO, se asoció a Naidenoff y los retuvo para que no vuelvan al recinto y así facilitarle los dos tercios al oficialismo, justo lo que el presidente necesitaba como el agua para no seguir dando explicaciones del inoportuno salvataje de sus diputados a las jubilaciones de privilegio.
Su buena relación con los gobernadores opositores compensó los desajustes de sus nuevos bloques legislativos, que empezaron a mostrar sus cartas. En diputados sufrieron la inesperada pérdida de dos bancas por los reemplazos de los ministros y reclamos de los aliados que obligaron a realizar modificaciones que no tenían previstas.
En diputados, Máximo Kirchner se abocó a construir los acuerdos con el bloque de lavagnistas y schiarettistas, que aportaron los votos claves, pero supo que no será gratis tenerlos levantando la mano todas las semanas.
El fondo de reparación a los pequeños productores, pedido también por el bloque de Ramón, no estaba en sus planes y podrá ser un elemento de contención del sector rural o de conflicto permanente.
Los aliados no tuvieron la benevolencia de Alma Sapag, del MPN, que votó a favor con un discurso oficialista, síntoma de que Omar Gutiérrez, su gobernador, hay vocación de ayudar.
En el bloque de Todos no hubo fisuras. Cristina Álvarez Rodríguez contiene a sus por ahora 118 miembros, con figuras disímiles como José Ignacio de Mendiguren y el piquetero Juan Carlos Alderete, quienes se fundieron en un abrazo en la reunión inaugural. «Sólo vos podés hacer esto», lo elogiaban Máximo, aún tenso por el quórum del día siguiente.
Aunque se saben necesarios, lo ex peronsitas federales están en etapa de sobreactuación: el jujeño José Martiarena levantó las dos manos para pedir un desagravio a Cristina Kirchner.
En el Senado hay una mayoría sólida del Todos, menguada con la salida de José Alperovich, y en la primera sesión se vieron los roles: José Mayans se ocupa de contener al bloque y negociar con la oposición y Anabel Fernández Sagasti, la vicejefa, sigue los tiempos de la sesión y sube al estrado las veces que haga falta a chequear decisiones con Cristina. Fue quien le avisó al oído que Alberto había decidido impulsar una ley para eliminar los regímenes jubilatorios de judiciales y diplomáticos.
Carlos Menem confirmó que es kirchnerista, ayudó con el quórum y los dos tercios cuando se lo necesitaba y no se quedó a votar porque ya no hacía falta.
Nunca apareció Magdalena Solari, la misionera leal a Carlos Rovira, el presidente de la Legislatura local y jefe del gobernante Frente Renovador para la Concordia, donde las cosas no están bien puertas adentro. Expulsaron a Maurice Closs, el otro senador, por acordar su incorporación al frente de Todos.
Rovira nunca cicatrizó su herida por aquella derrota en la convención constituyente de 2007 que le impidió ser reelecto y siempre pensó que Néstor y Cristina podrían haberlo ayudado más.
Tampoco convivió cómodo con el desembarco de La Cámpora en Misiones de 2011 y hasta agosto mostró más empatía con Juntos por el Cambio, con visitas de Miguel Pichetto y muchos gestos de sus legisladores a las causas de Macri.
Después de las primarias envió al gobernador Oscar Herrera Ahuad a escoltar a Alberto Fernández y logró que Sergio Lanziani sea ministro de Energía. Aunque antes el ingeniero tuvo que pasar el filtro de una reunión con Cristina.
Sus votos empezaron a ser necesarios y no siempre aparecen. Este jueves solo dos de sus tres diputados aportaron la causa porque Flavia Morales nunca apareció.
Tampoco se sabe cuándo volverá Solari, ausente por un accidente doméstico, según las versiones que hizo llegar al Senado. Misiones es una provincia con la que Alberto no termina de cerrar las cuentas. Una de las pocas.