Los bancos son planeros VIP
(Por Claudio Scaletta*).- Existe una disonancia en la economía, hoy el Banco Central paga una tasa de interés más alta que el Tesoro. Conceptualmente la tasa que paga el BCRA para “absorber” liquidez, la que reciben los bancos por las Leliq, es la tasa de referencia de la economía.
Fijar el nivel de esta tasa es el principal instrumento de política monetaria que poseen los bancos centrales. Pueden hacer también otras muchas cosas, como por ejemplo crear circulante (que no es lo mismo que la cantidad de dinero) determinar el nivel de encajes (la porción de los depósitos que deben mantenerse inmovilizados) o establecer regulaciones varias, pero en términos de política monetaria el gran ordenador es la tasa de interés de referencia. Luego, se supone que esta tasa, al ser de referencia, debería ser la más baja pagada por el Estado.
Efectivamente, y en busca de reordenar la política monetaria, desde el cambio de gobierno el BCRA comenzó una política persistente para reducir la tasa de referencia. Actualmente su valor nominal se encuentra en torno al 38 por ciento, alrededor de la mitad de los valores estratosféricos que llegó a tocar durante el macrismo. Sin embargo, como las Leliq se liquidan semanalmente la tasa efectiva anual ronda el 45 por ciento. Si se compara con la tasa de inflación no parece una tasa muy elevada, pero es necesario atender los matices.
El primero es que los bancos pagan por plazos fijos un promedio de 25 por ciento anual. Con ello toman dinero que se dan vuelta y colocan en la ventanilla del Estado a 45. Sí, 20 puntos de spread. Para tener una idea de lo que esto significa alcanza con una cuenta simple. Hasta hace una semana existían Leliq por alrededor de 1,6 billones de pesos, lo que suponía pagos mensuales por cerca de 60 mil millones. Esta semana, redondeando cifras, la masa de letras de liquidez se redujo a cerca de 1,2 billones.
El Central no “absorbió” liquidez por 0,4 billones para que los bancos hagan su tarea de la hora, es decir, prestarle a los privados para pagar salarios dados los cortes de flujos de caja producidos por la cuarentena obligatoria. En consecuencia, con la disminución de la mansa de Leliq los pagos mensuales a los bancos sumarán unos 45 mil millones de los que cerca de la mitad, los 20 puntos de spread sobre 45 de tasa, son ganancia pura sin haber asumido riesgo crediticio alguno.
Podría creerse que tirar estas cifras equivale a caer en la trampa de la nominalidad, pues existe la inflación. Pero la afirmación queda en el aire con el segundo matiz: recientemente el Ministerio de Economía refinanció bonos en pesos con una tasa efectiva del 35 por ciento, 10 puntos menos. Fundamentalmente quienes tomaron esta tasa fueron los grandes fondos de inversión institucionales que, por regulaciones propias, no pueden recurrir a mecanismos como el contado con liquidación para salirse de las posiciones en moneda local. Dicho de otra manera, el Tesoro coloca fondos a una tasa 10 puntos por debajo de la que el BCRA le paga a los bancos, que se supone debería ser la más baja de las que paga el Estado.
Esta semana trascendió en la prensa una disputa de poder al interior del área económica del gobierno, en concreto, entre el Banco Central y los ministerios de Producción y de Economía. La crítica de los ministerios es que el Central no estaría haciendo lo suficiente para que los bancos cambien su comportamiento crediticio, en concreto bajar más la tasa de referencia. La idea es que a pesar de que el Central efectivamente viene bajando la tasa, no sería suficiente, lo que quedaría evidenciado por los 10 puntos menos que se pagaron por la refinanciación de la deuda en pesos. Hablando en metálico, lo que en realidad está en discusión no es meramente técnico, sino 10 mil millones de pesos mensuales extra que se llevan los bancos y podrían no llevarse, dinero que, además de poder tener un destino más virtuoso, distorsiona el comportamiento del sistema, pues a los banqueros les sigue resultando más seguro y rentable prestarle al Estado que hacer el trabajo de prestarle al sector privado.
Quienes defienden el actual nivel de tasas contra argumentan que una tasa menor desfinanciaría a los bancos y especialmente al Nación, dejado en estado crítico por el macrismo. Quizá no adviertan que los 10 mil millones mensuales extra que se llevan los bancos privados podrían usarse para recapitalizar rápidamente al BNA. También sostienen el atendible argumento de que ello podría generar presión sobre el dólar y ampliar la brecha de las cotizaciones, aunque hoy la demanda de dólares no es precisamente una preocupación. Pero el punto clave es que mientras al sector financiero le sea más rentable “prestarle al Estado” toda la liquidez de la economía, incluida la expansión monetaria para atender la emergencia y evitar la profundización de la recesión, retroalimentará el círculo.
Antes o después el dinero llegará a los bancos y estos volverán a prestárselo al Estado retroalimentando el llamado “déficit cuasifiscal”, es decir el resultado del Banco Central. Nótese que mientras los economistas “serios” expresan una gran preocupación por el déficit fiscal, no pasa lo mismo con el cuasi fiscal. Al parecer no sería lo mismo el “exceso” de gasto en salud y educación, por ejemplo, que el exceso que se le paga al sector financiero por la “absorción” de liquidez. Hablando otra vez en metálico, mientras en 2019 el déficit fiscal rondó un punto del Producto el cuasi fiscal sumó dos puntos.
Pero más allá del debate técnico y de la disputa al interior del área económica, el balance preliminar es que existe un problema estructural no resuelto y que constituye una traba grave para el desarrollo: las reglas de juego determinan que para los bancos el negocio es prestarle al Estado y no a los privados.
Vale aclarar que los banqueros no son ni buenos ni malos, se comportan como cualquier capitalista que busca maximizar ganancias, de la misma manera que un trabajador intenta maximizar su salario. El nivel de ganancias de los bancos no es una función de “la codicia de los banqueros” que reclaman su libra de carne, sino que emerge de las reglas e incentivos del sistema. Las relaciones de poder existen y los financistas disponen de excedentes para, vía centros de estudios, economistas y periodistas, ejercer un aceitado lobby para la creación de reglas propias, pero se supone que para contrarrestar este poder existe la política.
La tarea de los gobiernos, especialmente los nacional-populares, es crear reglas nuevas para que el sistema financiero cumpla su función teórica: prestarle al sector privado en vez de ser “planeros vip” y vivir a costa del Estado, especialmente en tiempos de pandemia recesiva y con los bancos rebosantes de la liquidez que le falta a las empresas.
*Economista. Publicado en Página/12