UNICEF:a fin de año la pobreza infantil llegaría a un 58,6%.
Según un informe de UNICEF Argentina, el COVID-19 generó una emergencia de salud pública de dimensiones inéditas con impactos inmediatos y en el largo plazo, que conllevan riesgos y efectos particulares en las niñas, niños,adolescentes y en sus familias, especialmente en aquellas que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad.
Partiendo de un nivel inicial de pobreza en niñas, niños y adolescentes (2019) del 53%, hacia fines del 2020 la pobreza infantil podría situarse en un 58,6%. Por su parte, la pobreza extrema (indigencia) hacia final de 2020 sería del 16,3% habiendo partido del 14,1% en el segundo semestre de 2019.
En términos de volúmenes de población, implicaría lo siguiente: entre 2019 y 2020 la cantidad de niñas, niños y adolescentes pobres pasaría de 7 a 7,7 millones. En el caso de la pobreza extrema, significa un aumento de un poco más de 400.000 niñas, niños y adolescentes. Estos podrían denominarse pobres COVID, dado que surgirían como consecuencia de la recesión pronosticada.
En un sentido estricto se trata de personas que en otra situación hubiesen podido salir de la pobreza y no lo logran por caída de los ingresos, los que, a su vez, podría estar provocada por problemas en el mercado de trabajo (empleo), o bien que entraron a la pobreza por motivos asociados a la cuarentena y a la reducción del nivel de actividad económica asociada.
Si bien la niñez no es el grupo de población más afectado en términos de salud, las niñas y niños son las víctimas ocultas de la pandemia. El COVID-19 no solo puede enfermarlos: también tiene efectos como el aislamiento social, el cierre físico de escuelas y la convivencia en entornos que no siempre son seguros, entre otros. Todas estas situaciones afectan a su educación, los expone a la violencia e impacta en su salud mental. Además, las medidas requeridas para evitar la propagación del virus impactan en la situación económica de los hogares, en particular de aquellas familias con niñas y niños en situación de pobreza, las familias más vulnerables
que viven hacinadas, las que no cuentan con agua y jabón para lavarse las manos, las niñas, niños y adolescentes institucionalizados.
Previo al inicio de la pandemia, en la Argentina el 53% de las niñas, niños y adolescentes se encontraba en situación de pobreza por ingresos. Sobre esa base, frente a la irrupción de la pandemia y la disposición del aislamiento social preventivo y obligatorio dispuesto para ralentizar la propagación del virus, el Gobierno argentino implementó diversas medidas destinadas
a mitigar los efectos socioeconómicos, especialmente sobre los sectores más vulnerables de la población. En ese contexto, el objetivo de este documento es evaluar el efecto de la pandemia sobre el nivel y la composición de la pobreza infantil y de la desigualdad entre grupos de niñas y niños en la Argentina. Si bien se reconoce que la pobreza es multidimensional, el informe se concentra en la pobreza monetaria, dado que se pretende estimar un efecto de plazo casi inmediato sobre el nivel agregado de actividad económica y, en consecuencia, sobre el empleo y los ingresos familiares.
Se deja fuera entonces la evaluación de la pobreza estructural u otras formas de pobreza que introduzcan dimensiones que trasciendan a los ingresos. Una de esas dimensiones tiene que ver con la educación y otras con la calidad de la vivienda y la salud. Si bien este tipo de privaciones son tan importantes como la monetaria (hasta podría decirse, complementarias), no hay razones para sostener que durante el corto plazo que se busca analizar, buena parte de ellas se puedan ver impactadas por el movimiento del ciclo económico. Siempre es posible encontrar canales de transmisión, pero lo cierto es que el más contundente de una turbulencia macroeconómica como la que viven los países del mundo hoy, impacta de manera directa e inmediata en el empleo y los ingresos y, con ello, en la pobreza monetaria.
El período considerado para realizar el análisis es 2019-2021 debido a que en términos macroeconómicos puede suponerse una reducción ostensible de la actividad económica en 2020 y una recuperación del nivel de actividad entre 2020-2021.
Finalmente, los resultados del trabajo muestran la existencia de fuertes disparidades entre sectores sociales específicos que requieren un esfuerzo adicional para implementar políticas diferenciales que complementen las medidas universales y tengan en cuenta la situación de niñas y niños que residen en hogares que tienen una prevalencia de pobreza mayor, por lo que están en situación de riesgo y vulnerabilidad.
Nos referimos en particular a hogares con jefatura femenina, hogares monoparentales liderados por mujeres o extendidos, con un bajo clima educativo, o cuyos padres tienen una relación laboral precaria o informal. Entre estos grupos es central el refuerzo de medidas específicas para los hogares ubicados en los Barrios Populares de todo el país. En estos contextos, se combina la pobreza monetaria y la pobreza estructural, las dificultades para cumplir con las medidas de distanciamiento social y el acceso limitado a servicios básicos como el agua potable, el saneamiento y otros recursos energéticos. Además, estas familias se encuentran insertas
de manera precaria e informal en el mercado laboral, realizan changas o emprendimientos ligados a la economía popular y están viendo recortadas o eliminadas sus posibilidades de obtención de ingresos.
Desde las organizaciones y movimientos sociales e iglesias de diferentes credos, se ha llamado la atención sobre esta problemática. En particular, un factor de preocupación consiste en el aumento sostenido de la demanda alimentaria, sumado a los desafíos referidos al cambio de modalidad de entrega (hacia un formato de vianda o bolsones) con el objetivo de evitar las aglomeraciones de personas. El Gobierno nacional, así como los provinciales y municipales reconocen esta preocupación y han avanzado en medidas para aumentar las partidas ligadas a la asistencia alimentaria, pero la demanda todavía supera ampliamente la oferta disponible.
Es necesario implementar, de manera articulada con las administraciones provinciales, los gobiernos locales, las organizaciones y referentes sociales, estrategias específicas para abordar las necesidades inmediatas,
así como políticas de desarrollo territorial específicas a mediano plazo.
La pandemia genera un aumento en los niveles de pobreza infantil y conlleva el riesgo de profundizar las desigualdades previamente existentes. En este contexto, resulta clave que las estrategias a ser implementadas contemplen mecanismos universales que protejan los ingresos y el acceso a bienes y servicios esenciales que alivien el impacto de la pandemia, especialmente en los hogares en mayor situación de vulnerabilidad con niñas, niños y adolescentes, así como otras focalizadas centradas en la comunidad y en los grupos poblacionales más desprotegido.
https://www.unicef.org/argentina/informes/pobreza-desigualdad-infantil-covid19