La Patagonia como dimensión espacial. ADN
La semana que termina tuvo dos hechos dignos de mención y análisis. No porque sean nuevos y exclusivos de sus protagonistas, sino que podrían señalar un principio de búsqueda de una mirada territorial y nacional del proyecto país pos pandemia.
En Viedma se reunieron los gobernadores de la Patagonia y en Buenos Aires el presidente de la Nación lanzó el Consejo Económico Social. Ambos acontecimientos con vistas al futuro y fuera de toda hegemonía partidaria.
¿Qué tienen en común? Un análisis que no se puede demorar y que compete a todos por igual. Pensar en el país que viene requiere repensar cuál será la base de ese modelo. Centralizado o estructurado desde las regiones hacia el centro.
Ese proyecto de futuro no puede ser pensado desde el núcleo, porque las realidades de cada región del país son distintas, disímiles e incluso antagónicas.
Un estudio de la UNC, de Mario Arias Bucciarelli, “La Patagonia Argentina como Territorio Nacional”, incorpora la “variable espacial” y señala: Si se piensan los objetos de estudios en su base territorial o en su dimensión geográfica, el examen de “lo territoriano” pone en discusión nociones como cercanía-lejanía. Históricamente, los Territorios Nacionales fueron espacios que el poder definió como lo “desconocido”, lo ubicado “más allá de la civilización”; espacios alejados geográfica y metafóricamente de un centro decisional. De este modo, lo lejano concreta lo incomunicado y no articulado al núcleo dinámico del país y en este orden, incorpora el par centro/periferia; pero a la vez también referencia un “afuera” de la comunidad política y en este sentido, la lejanía es equivalente a dependencia o subalternidad”.
Una reflexión que vale para los mandatarios patagónicos que se reunieron en Viedma y también para la dimensión nacional y el proyecto de país pos pandemia que debe estar pensado el Jefe de Estado.
Los gobernadores, como primer punto de este encuentro – que prometieron que continuará- fue la conectividad. En una región amplísima, con bajo nivel demográfico, con distancias que se miden en miles de kilómetros, aún en estos tiempos de los avances tecnológicos, “el espacio está disgregado”, tal cual en sus comienzo, el desarrollo de la ruta 3 sobre el litoral marítimo; la ruta 40, en la cordillera, tan estratégica como olvidada, y en el centro la meseta.
¿Es posible hablar de radicaciones empresarias e industriales, cuando no hay señal telefónica e internet y donde para viajar desde Viedma a Comodoro Rivadavia o Río Gallegos, hay que tomar un avión en Bahía Blanca o Buenos Aires?
¿Con qué podemos convocar? Con el sello y la marca internacional: Patagonia, que atrae pero que a poco de conocerla expulsa.
La conectividad también se traduce en rutas asfaltadas y definitivamente con el impulso del ferrocarril, con puntos de tráfico multimodal que también tenga una mirada puesta al Pacífico y Oriente. Aún esperamos la conexión ferroviaria entre Choele Choel y el Puerto de San Antonio, que permitiría la salida al mar de los productos de la norpatagonia. Un pecado original de la estación marítima rionegrina que fue proyectada sin conexión ferroviaria.
Fueron muchos los proyectos de regionalización del país. El presidente Raúl Alfonsín tuvo en carpeta dividir al país en regiones y la Patagonia tendría como sede a la ciudad de Viedma, un reconocimiento a su status de 1880, como cabeza de la Gobernación de la Patagonia hasta Tierra del Fuego. Luego vino un proyecto aún más ambicioso y fundacional: trasladar la capital federal de Viedma, con final conocido.
No escapa a este análisis, el debate de la regionalización en la reforma del Estado impulsada por el menemismo y que tuvo como principal ideólogo a Roberto Dromi y en los 90 vuelven a surgir los proyectos de regionalización, que habían tenido un desarrollo importante en los 50 y hasta los 70 en América Latina, con programas de financiamiento de organismos multilaterales y agencias de cooperación. Pero –como señala la licenciada en Ciencias Políticas Stella Escandell, en un trabajo académico sobre regionalización- “con el agotamiento de un patrón de acumulación centrado en el estado en los años 70 y la crisis de la deuda en los 80, la problemática regional pasó a un segundo plano.
Dromi pone nuevamente el tema en la agenda pública, en tanto las crisis provinciales de los 90 hace que se piense en nuevas medidas complementarias del proceso de ajuste en el que se han visto embarcadas las provincias, principalmente desde 1995 y la regionalización surge como una nueva estrategia en el marco del ajuste estructural, y principalmente desde la óptica de la reforma del Estado.
Este proyecto proponía dividir el país en siete regiones: Bonaerense Pampeana: Buenos Aires y La Pampa; Patagónica: Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego; Nuevo Cuyo: Mendoza, San Juan, La Rioja, San Luis; Noroeste: Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero; Mediterránea: Córdoba, Santa Fe y Nordeste: Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Formosa y Chaco.
Cada región sería administrada por una Junta de Gobernadores y por un Consejo Ejecutivo, que estaría formado por un delegado del gobernador de cada provincia que constituye la región.
Todo indica que habrá un impulso a la regionalización – e incluso con el visto bueno del gobierno nacional- y también surgirá como propuesta políticas de las provincias por su importancia en los debates del Congreso Nacional. Acordar desde la fuerza y no desde la debilidad.
Cada vez más se requiere de los consensos para lograr mayorías parlamentarias, que surgirán del posicionamiento de las regiones y la fortaleza de cada partido político.