La decepción de la desmanicomialización
(Por Patricia L. Ranea Pastorini*), – Cuando una persona pierde la vida en el abandono; cuando otra camina sucia porque se hizo encima, frente a las miradas atónitas de toda la sociedad. Cuando una persona intenta abusar de un paciente hospitalizado; o cuando la madre de un joven pide al sistema de salud que lo internen para que no se quite la vida, estamos, evidentemente, en el momento en el que debemos hacer una seria autocrítica.
La ley 2440 de “desmanicomialización”, logró que la provincia de Río Negro fuera pionera en el tratamiento de personas con
padecimientos mentales, para superar ese viejo modelo en el que eran considerados “peligrosos” o “peligrosas” para las sociedades y
se los condenaba al encierro o al aislamiento.
Pero, cuando vemos, en las calles, que esas personas viven en la indignidad, y la condición de ser paciente de salud mental, no es una situación sanitaria sino los que podríamos llamar una excusa, parece que es el momento en el que debemos proponernos un
debate que cuente con la autocrítica necesaria.
En el año 2019, un conocido psicólogo de El Bolsón denunció que su esposa, estando internada, padeció el intento de abuso por parte
de un conocido paciente de salud mental. Se hicieron las investigaciones pertinentes, intervino la Policía; la Fiscalía y la Justicia determinó que la responsabilidad era del paciente. Sí, aunque cueste digerirlo.
Hace unos días, se dio un hecho similar.
Y hace poco menos de dos años, también en El Bolsón, moría “El Rafa”, otro paciente de Salud Mental, que nos habíamos
acostumbrado a ver en el abandono de lo que hoy se llama “situación de calle”, siendo ese mismo lugar: la calle, donde dejó de existir, pese a que sus últimas horas las pasó en el hospital.
Todos recordarán la conmoción, luego de la noticia de su fallecimiento y los cientos de mensajes de condolencia que, en rigor, debieron ser para toda la sociedad, porque si “El Rafa” murió en situación de calle, siendo paciente de salud mental, es responsabilidad de toda una sociedad.
Como es responsabilidad de toda una sociedad, un joven que se pasea por las calles, orinado; sucio, desprendido de él mismo,
acaso buscando la explicación acerca de los beneficios de la desmanicomialización que ni él y dados los resultados, ni la
sociedad encuentra.
Y es cierto que una sociedad se puede considerar madura, cuando es capaz de analizar o tratar cualquiera de los temas que la
aquejan. Y también es cierto que la Ley 2440 de Río Negro, conocida como Ley de “desmanicomialización”, lo mismo que la Ley
26.657, nacional, ni son patrimonio de nadie (salvo de la sociedad en su conjunto) ni deben verse alejadas de cualquier revisión.
Porque aun cuando se trate de una norma considerada “progresista” tanto en el año 1991 cuando se sancionó, como en todos los que mantuvo vigencia hasta el presente, incluso, con las modificaciones del año 2018, en definitiva, no es más que un instrumento legal que debiera buscar el bien para las personas afectadas directamente, lo mismo que para la totalidad de la comunidad.
Y los cambios del año 2018, que se entendieron como superadores, y puede ser que así sea, proponían -por ejemplo- la creación de un
órgano de revisión para controlar el cumplimiento de la ley, que depende de la Defensoría del Pueblo. Aunque no se dice nada con
respecto a la efectividad de la ley. Una ley que trata una línea muy delgada en la salud y el bienestar de las personas.
En consecuencia, es posible decir que la pandemia y los tantos cambios que hemos tenido, abruptamente, obligan a que una norma
de tal característica sea revisada. Porque si el resultado de la Ley de desmanicomialización supone que sigamos viendo a las
personas abandonadas en situación de calle, porque es progresista no hablar de los viejos centros de internación, que para nada
estamos diciendo que se debe volver a ello, resulta realmente pobre y preocupante, en un mundo en el que cada vez hay más riesgos de
padecer afecciones mentales.
Y, de todos modos, debiéramos considerar que, una mirada superadora, contraria a los viejos estándares de internación, no necesariamente supone el abandono de las personas en la calle, menos en el Siglo XXI.
Por eso, aun cuando se trate de una ley que resultó ser pionera y progresista para Río Negro o para el país, está claro a la vez que
las normas no tienen vida propia, ni son buenas o malas desde sus textos, sino que deben ser analizadas desde los contextos. Y una
ley de tales características, podrá ser efectiva en países en los que la asistencia básica y elemental de la salud no es un inconveniente
para el Estado ni para los ciudadanos o ciudadanas. Y lamentablemente, de eso, estamos bastante lejos.