El rionegrinismo
(Por Martín Doñate*). – ¿Qué significa “defender a Rio Negro”? o ¿Qué es el rionegrinismo? Cómo instrumentarlo, para qué sirve, con quién y de qué modo construirlo, cuál es su marco conceptual y como sería su dinámica instrumental. Desde hace un tiempo, suelo ensayar sobre este asunto e intento descifrar que sienten o que creen que es el “ser Rionegrino”. Lo hago con distintos intendentes, dirigentes, empresarios, sindicalistas, comerciantes y vecinas y vecinos de mi provincia con los que me reúno regularmente.
La recurrente conclusión que me devuelven esos encuentros no deja de impactarme. No por lo compleja sino, por todo lo contrario; por lo simple y, a la vez, desafiante de las respuestas.
Porque las coincidencias sobre la riqueza natural y humana se vuelven inapelables. Diagnósticos compartidos aún en los desencuentros u opuestos ideológicos que, con el correr de los años, nos damos cuenta que se vuelven, en varios actores, relativos e insignificantes para el tamaño del desafío por delante.
Desde la extensión de nuestro territorio, los pocos habitantes que la disfrutamos, las reservas de gas, petróleo y energía de todo tipo, nuestros puertos, nuestras reservas de agua y el río con sus valles, la inconmensurable capacidad para producir alimentos, el clima, el turismo, la ciencia y la tecnología, las universidades públicas, la posición geográfica estratégica, y tantas virtudes más que, a la par de emocionarnos y enorgullecernos, nos conducen a la pregunta de ¿Por qué no hemos logrado liderar o estar en lo más alto en el concierto de provincias Argentinas o, por lo menos, de la Patagonia?
En estos tiempos de mi vida y luego de haber transitado tanto la actividad privada como la vida pública con cierta vorágine en la instancia local, provincial y nacional, estoy convencido que no se podrán lograr esos altos objetivos sólo a través de un partido político, ni de un frente electoral, ni menos aún, de un dirigente.
Siento y creo desde lo más profundo de mí ser, que es y será por la vocación y construcción de toda una generación política. Del liderazgo de una generación que se anime a romper la inercia de lo conocido hasta hoy para disponer a la sociedad a un nuevo rumbo, nuevas lógicas, nuevas perspectivas, nuevas expectativas que convenzan a la sociedad acerca de que es posible construir una provincia cuyo modelo pueda ser replicado en otras provincias y, por qué no, en escala nacional.
Hace pocas horas el politólogo Facundo Chaves en un artículo de opinión describía el clima que reina en los centros de poder del globo respecto de la Argentina en estos tiempos. “Tienen lo que un mundo inestable y en conflicto demanda: energía, alimentos, litio y conocimiento. Pero depende de ustedes”. Las urgencias por el acuerdo con el FMI no ocultan en la capital de Estados Unidos la potencialidad que tiene el país para convertirse en un proveedor confiable de escala global. Son mensajes positivos que se escuchan en enclaves de poder de esta fría capital, en medio de un presente complicado y del inicio inminente de otro año”. Bien encastra esta descripción para nuestra Rio Negro.
Quizá el marketing, una canción de campaña pegadiza, una frase con gancho o una estética diseñada para la ocasión, ayuden a tener buenos resultados electorales. Pero no es más que eso. Ganar una elección o dos o tres. Sucedió tres décadas con el hermano partido radical en Rio Negro. Con sus grises, claros y oscuros, no terminó de construir un proyecto rionegrino de trascendencia.
Ganó muchas elecciones la UCR, tuvo importantes dirigentes y coyunturales liderazgos, más nunca pudo constituirse en una generación que convoque a un “gran acuerdo” para sentar las bases de un modelo rionegrino. Los llamados y la apertura de aquellos oficialismos terminaron siendo elementales alianzas electorales. No más que eso.
Pudo haberlo sido la convocatoria a reforma constitucional del año 1988, pero quedó enclenque. Siento que la supremacía ocasional del partido centenario en aquellos años, terminó siendo una limitante que frustró la posibilidad de una gran convocatoria para sentar las bases de los próximos 50 años para una Rio Negro potencia. La supremacía cuando es amplia y suena imbatible, siempre es tentadora y puede hacer dormitar hasta al líder más carismático.
Hay algunos indicios que entusiasman y llenan de optimismo.
*El logro de una inversión de más de 1200 millones de dólares para construir un oleoducto entre Vaca Muerta y Sierra Grande para transformar a Rio Negro en una de las provincias de mayor exportación energética,
*la defensa de nuestro rio ante las pretensiones históricas de los intereses del puerto de Bahía Blanca y sur bonaerense de apropiarse ilegalmente de nuestro recurso hídrico estratégico,
*el apoyo y colaboración con la propuesta de generar las condiciones para la inversión en energías alternativas como el hidrógeno verde en nuestra provincia (a pesar de mi ya declaradas “reservas” respecto de cómo se llevaron adelante tanto los anuncios, la generación de “expectativas”, la entrega de una exagerada disponibilidad de tierras en favor del privado extranjero, como la “efectividad” en la materialización de las gestiones),
*las gestiones compartidas para lograr inversiones para ampliar las zonas irrigadas en nuestros valles y potenciar la capacidad de inversión productiva en materia de alimentos,
*y, entre otros temas, los trabajos en conjunto entre quienes ocasionalmente competimos electoralmente pero que, pasado el proceso electoral, comprendimos la importancia de trabajar unidos en lograr obras, recursos y beneficios para los municipios, las instituciones y la provincia.
Incluso la trasversalidad de la construcción generacional no es ni puede concretarse por el fenómeno de un partido doméstico sin referencia nacional o un “movimiento” de pretendido tinte provincialista.
En Tucumán, Formosa, Jujuy o Mendoza, por señalar algunas, gobiernan representantes de partidos nacionales y lo hacen desde la perspectiva del tucumanismo, el formoseñismo, el jujeñismo, etc. Y se repiten en modelos de liderazgos y acuerdos coyunturales con los distintos gobiernos nacionales que se suceden “en nombre de la defensa de sus provincias”. Acordar recursos, votos en el congreso nacional, apoyo a algún ajuste inconveniente para el conjunto de la sociedad argentina pero que sirve para destrabar algún aporte para poder saldar el pago de salarios o el acceso a un crédito, entre otros mecanismos. Lo que fuere.
Nobleza obliga, lo señalado en el párrafo precedente, está en las antípodas de una crítica. Por el contrario, sería pura hipocresía si mi dedo índice se levantara condenatorio. Porque hacerlo sería desconocer las condicionalidades y restricciones propias que sufren nuestras provincias con un federalismo de bajísima intensidad, con una arquitectura institucional y presupuestaria que limita y le pone techo al desarrollo potencial de provincias argentinas como la nuestra.
Desde mi humilde perspectiva, disponer como prioridad la defensa de los intereses de las y los rionegrinos requiere en primer lugar, además de comprender su diversidad, además de compartir el diagnóstico sobre los debes y los haberes, es, fundamentalmente, la vocación irrefrenable de toda una generación de soñar y construir en unidad desde nuestra diversidad alrededor de los grandes ejes en los que se apoye y sustente el desarrollo de nuestra provincia para lo que resta del presente siglo.
Un “Gran Acuerdo Rionegrino” que nos permita posicionar a nuestra provincia como una referencia nacional en materia de desarrollo. Diseñar el futuro abordando el presente con sus urgencias y su crisis. Pero aprovechando al máximo las oportunidades que nos da un contexto global que sufre una crisis de dimensiones y en una guerra mundial provocada por (y que demanda de) energía, alimentos y reservas de recursos naturales esenciales. Rio Negro tiene todo eso y más.
Tenemos una inmejorable oportunidad para hacerlo. Poniendo en protagonismo el rol de nuestros jóvenes y la perspectiva de la sustentabilidad ambiental. Abriendo el protagonismo sin demoras a las mujeres de nuestra provincia, a los que generan trabajo privado, a los y las trabajadoras, a los que desarrollan la ciencia y el conocimiento, a los que prestan servicios desde el estado, a quienes invierten o quieran invertir para construir la provincia grande que nos merecemos.
Pido disculpas por la auto referencialidad. Pero creo que no alcanza con lo que venimos haciendo desde nuestros roles institucionales. Es bueno y necesario pero no es suficiente dedicarnos a gestionar obras o recursos para todos los intendentes e intendentas sin distinción de partido, no alcanza con escuchar y atender a todas las instituciones de la provincia, no alcanza con lograr fondos para que la provincia pueda pagar sueldos o hacer algunas obras, no alcanza con ayudar a que en los presupuestos nacionales Rio Negro tenga un buen número de inversión y obras, no alcanza con acordar proyectos y presentarlos en conjunto con otros legisladores de distintos partidos para resolver tal o cual problemática sectorial, entre tantas acciones cotidianas que desarrollo en mi rol como senador de mi provincia. Ni por supuesto con presentar y lograr la sanción decenas de proyectos de ley en beneficio y defensa de Rio Negro. No está mal. Pero la clave está más allá de eso.
Creo desde lo más profundo de mí ser en el colectivo generacional de los rionegrinos y rionegrinas de hoy. Poner en marcha esa gran convocatoria. Que es hoy. Que es ahora en una provincia que tiene enormes inconvenientes estructurales para prestar servicios y garantizar derechos esenciales como la salud, la seguridad y la educación y un estado absolutamente endeble desde lo financiero.
Energía, Alimentos, Turismo, Ciencia y Conocimiento, todo lo que demanda el mundo, está aquí al alcance de nuestras manos, es nuestro. Es ahora.
La transitoriedad de nuestros roles y eventuales protagonismos, como las naturales disputas domésticas y minúsculas, no deben ser obstáculo ni tienen que nublarnos la mirada al largo plazo. El gran acuerdo es la fuerza del conjunto, es el liderazgo de toda una generación. Tomar conciencia sobre los beneficios de la unidad en la diversidad con visión de futuro en una sociedad cada vez más compleja que, absorta, sufre la crisis de representatividad y en la que el quiebre de la paz social está a la vuelta de la esquina.
No se trata de acuerdos electorales, casi siempre transitorios y efímeros. Apostar a eso sería un error irreparable que colocaría definitivamente a nuestra provincia como “furgón de cola” de las demás provincias patagónicas.
Siento que desde Rio Negro podemos mostrar un sendero; el del Gran Acuerdo en la escala provincial para que en el mediano plazo este diamante en bruto que es nuestra hermosa provincia, pueda ser modelo a tener en cuenta para un país que requiere, no tengo dudas, ensayar un nuevo pacto federal y democrático en el marco de gran acuerdo nacional.
*Senador nacional por Río Negro- Frente de Todos