GNL: los pasos de la inversión y los desafíos a futuro

(AD).- Transcurrieron días donde Río Negro fue tema nacional, luego de la confirmación de YPF que la planta de Gas Natural Licuado se instalará en el sudeste de la costa atlántica rionegrina, un emprendimiento que tiene además, como principal protagonista, al gobierno provincial de Alberto Weretilneck. Sierra Grande y Punta Colorada fueron mencionados repetidamente en los medios nacionales, que una vez más, demostraron su desconocimiento del país y la Patagonia, sólo vinculada a los centros turísticos de promoción internacional. Se habló de zona desolada, un páramo, sin rutas ni conexiones, donde «hay que hacer todo» explicaron algunos, frente a Bahía Blanca «que tiene todo».

Tarea para la administración provincial, que tendrá que informar y hacer conocer la costa atlántica y la referencia específica a la radicación de este emprendimiento, que sin dudas transformará la provincia y la región, y se convertirá en uno de los proyectos de mayor envergadura de Argentina.

Un proyecto de esta magnitud y a largo plazo (se prevé que la planta puede estar terminada en 2037), requiere explicarse en sus diferentes etapas e inversiones: tiempos de cada plazo, beneficios, ocupación de mano de obra, y demás temas técnicos y económicos que quiten ansiedades. Primero hay que construir los gasoductos, luego analizar el impacto ambiental -ya estudiado para la construcción del oleoducto- y en la primera etapa operar con barcos gasíferos que lleguen al Golfo para realizar a bordo el proceso de licuefacción del gas, embarcado en una plataforma tipo monoboya ubicada a varias millas mar adentro.

YPF tendrá que brindar esta información y además -sobre la planta de Gas Natural Licuado-, precisar las especificación de su proyecto ejecutivo que podría modificarse si se suma como socio a la terminal flotante de GNL que impulsa PAE, junto con la alemana Wintershall Dea y Golar. La petrolera bajo control estatal debe avanzar, además, en otros dos puntos vitales: por un lado, lograr un acuerdo común con el resto de los productores de gas, y por el otro, cerrar un contrato de inversión efectiva con Petronas, según un informe publicado en el Ecojournal, un sitio especializado en petróleo, gas, energía y minería, de lectura empresarial del sector.

La nota expresa que la elección de Punta Colorada es un paso adelante en la concreción de un proyecto que, en un escenario de máxima, podría implicar inversiones por alrededor de US$ 30.000 millones. Sin embargo, la empresa controlada por el estado argentino y la petrolera malaya deben despejar al menos tres interrogantes centrales que permanecen abiertos antes de poder garantizar la concreción de la iniciativa.

El primero de esos aspectos inconclusos es definir qué características técnicas tendrá el proyecto ejecutivo en el que trabajan ambas compañías. En algunas de las presentaciones públicas que realizó durante el primer semestre, el presidente y CEO de YPF, Horacio Marín, indicó que la planta de licuefacción de gas natural —denominada internamente como “Argentina LNG”— iba a estructurarse en tres etapas para alcanzar una producción total, una vez que esas instancias estén completas, de 30 millones de toneladas métricas (MTPA) de GNL.

Estaba previsto que la primera de esas etapas conllevara la contratación de una barcaza equipada con una pequeña planta flotante de licuefacción, propiedad de Petronas, para producir 1,5 MTPA por año, mediante el procesamiento de unos 6 millones de metros cúbicos diarios (MMm3/d) de gas natural, según la exposición que dio Marín en mayo en el Club del Petróleo. Esa terminal flotante entraría en operación en 2027. Sin embargo, ese diseño del proyecto podría cambiar. De hecho, fuentes cercanas a YPF admitieron que el proyecto de licuefacción anunciado en julio por Pan American Energy (PAE) y Golar podría decantar en un replanteo técnico del desarrollo con Petronas.

El segundo tema es un acuerdo con los productores, un requisito indispensable para que el proyecto avance es que YPF y Petronas firmen un acuerdo de asociación con las principales productoras de gas del país, como PAE, Tecpetrol, Pampa, TotalEnergies, Wintershall Dea, Pluspetrol y CGC, entre otros. Sin embargo, ese entendimiento no se materializó y las conversaciones entre las petroleras aún son exploratorias. No es algo sencillo debido a que la industria petrolera no se caracterizó históricamente por demostrar elevado ‘affectio societatis’ entre sus máximos referentes.

Marín asumió saludablemente el desafío de alinear a los principales actores de la industria detrás de un sólo proyecto de GNL. Si se confirma la incorporación de YPF como socio de la instalación de la terminal flotante que impulsa PAE, eso podría implicar, como contrapartida, que la empresa controlada por el grupo Bridas, que lidera Marcos Bulgheroni, se sume como inversor del proyecto en tierra de la petrolera bajo control estatal. Habrá que ver qué sucede con el resto.

En cualquier caso, un esquema de asociación con el resto de las empresas productoras es condición necesaria para financiar un megaproyecto que excede largamente la capacidad crediticia de YPF. Un acuerdo entre cargadores (productores) es lo que se estila en el sector para solventar grandes proyectos de infraestructura de transporte y midstream de hidrocarburos.

Por último, ¿Cuánto dinero va a invertir YPF y cuánto Petronas? ¿Cómo se va a financiar esa inversión? ¿En qué plazos y a qué tasa de interés? Ninguno de esos puntos está cerrado aún y dependerá, fundamentalmente, del compromiso real de inversión que manifieste Petronas. Por el momento, la compañía malaya optó por mantener un bajísimo perfil. La negociación y el trabajo conjunto con YPF corre por cuenta de un pequeño grupo de directivos de Petronas que está emplazado en Buenos Aires y reporta directamente a Kuala Lumpur, pero que aún no se expresó públicamente sobre la factibilidad del proyecto.