Atraso cambiario y fruticultura un escenario complejo
(Por Javier Lojo*).- No son pocos los economistas que aseguran que, sin un tipo de cambio competitivo, las exportaciones argentinas -y es especial la de las economías regionales- no podrán mostrar su verdadero potencial de crecimiento, y el principal canal de ingreso genuino de divisas al país volvería a ser condicionado por esta variable.
La fruticultura del Valle de Río Negro y Neuquén, no queda fuera de este esquema. Cuando uno se sumerge en la corta historia que presenta las actividades productivas de la región, observa que el tipo de cambio ha sido una variable clave a la hora de marcar tendencias en el comercio exterior. Tomemos el caso de la manzana, uno de los productos insignias de esta zona de la Patagonia.
La gráfica adjunta muestra con claridad los distintos períodos en los que la manzana argentina logró importantes niveles de exportación en estos últimos 65 años. En todos ellos, el factor ‘tipo de cambio’ fue determinante para lograr esos números. Por mencionar algunos de ellos: período 1977/80, cuando el gobierno de facto del General Videla impuso un plan con un tipo de cambio alto que, con el tiempo, fue deteriorándose producto de un profundo atraso cambiario; 1987/90 fue el período que va del ‘Plan Primavera’ de Alfonsín, hiperinflación e inicios de un proceso de estabilización a partir del ’92; 2000/03 momento de crisis política y proceso de devaluación importante (300%) del peso tras la salida de la Convertibilidad; 2005/07 fue un período de precios estables, un dólar competitivo y variables macroeconómicas alineadas (superávits gemelos). A partir de 2008 todas estas variables desmejoran en forma progresiva impactando en forma directa sobre las exportaciones de manzanas, producto que tomamos como ejemplo.
La gráfica muestra el deterioro que sufrió la oferta exportable de manzanas en estas seis décadas, reflejando que, a partir de 2010, el descenso de las ventas se desploman sin capacidad de recuperación. Solo observando que las colocaciones externas de esta especie llegaron a tocar en 1978 las 321.000 toneladas y hoy no alcanzan a las 80.000 toneladas (caída del 75%), nos da una dimensión de la verdadera crisis del sector.
Por supuesto que, al margen del tipo de cambio, existen otras variables que también afectaron las exportaciones del sistema frutícola del Valle en estas poco más de seis décadas bajo análisis. Menores cosechas por problemas climáticos (heladas primaverales y tormentas de granizo), cambios en las tendencias de consumo de manzanas en el mundo, falta de una estrategia empresarial local para imponer nuevas variedades en la oferta exportable del Valle, la imposibilidad de acceder al créditos para incorporar tecnología y así bajar costos; y la carencia de programas económicos que estimulen a la producción, entre otras tantas variables. Pero el tipo de cambio siempre estuvo en la agenda de las economías regionales.
Pero hoy existe un claro atraso cambiario. Los costos en la actividad frutícola del Valle de Río Negro y Neuquén siguen subiendo en dólares y no pueden ser trasladados a las góndolas en el exterior porque el importador y el consumidor, en destino, no los convalidan. La devaluación que ejecutó el Gobierno de Javier Milei, apenas asumió el poder, perdió todo efecto positivo para la exportación.
Tomando el Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) se observa con claridad lo que se está mencionando. Este índice mide el precio relativo de los bienes y servicios de la economía argentina con respecto al de los de los principales 12 socios comerciales del país, en función del flujo de comercio de manufacturas. Se obtiene a partir de un promedio ponderado de los tipos de cambio reales bilaterales de los principales socios comerciales del país. El ITCRM toma como punto de partida enero de 1997, y se elabora y publica de forma diaria por el Banco Central (BCRA).
La gráfica adjunta toma el ITCRM promedio mensual que en lo que va de noviembre de este año se ubica 82.1 puntos, por debajo del promedio del mismo mes del año anterior (83.1), momento donde las presiones por devaluar ya eran insostenibles para el Gobierno de Alberto Fernández. Son solo dos los períodos en donde el ITCRM se encuentra por debajo de los niveles actuales. Nos deberíamos trasladar -tal como se observa en la gráfica del BCRA- a noviembre de 2015 y diciembre de 1998 -punto en la historia donde se engendró la crisis de la Convertibilidad- a mismo mes de 2001. Un dato que preocupa a las empresas exportadoras.
Hacia donde va el Valle
La fruticultura del Valle siempre tuvo problemas para convivir con aquellos momentos donde la estabilidad macro y microeconómica estuvo sostenida por el ancla cambiaria. Y esta falta de convivencia ha sido clave en la destrucción de empleo en la región, la expulsión de productores de la actividad, y el achicamiento general del sistema productivo.
Teniendo en cuenta los movimientos que realizó el Gobierno de Javier Milei en estos primeros once meses del año, todo indica que el ancla cambiaria es parte esencial para el éxito de su programa económico. Esto quiere decir que, por lo menos en le corto plazo, las economías regionales deberán evaluar la forma de subsistir relegando, seguramente, gran parte de su oferta que hoy se destina a los mercados externos. En el Valle de Río Negro y Neuquén hace ya varios años que se observa un cambio en la matriz comercial de la fruta, creciendo el mercado interno en desmedro de los externos.
Muchas empresas pudieron sortear en estos últimos años la pérdida de competitividad cambiaria subfacturando sus exportaciones. «Una herramienta de supervivencia para sostener los pocos mercados externos que nos quedan», confiaba hace ya unos años un importante exportador regional. Pero esta semana la brecha cambiaria se ubicó, por primero vez en años, en un dígito, lo que corta de cuajo esta forma ilegal que tenían algunas frutícolas para lograr mejorar el posicionamiento de su oferta exportable.
¿Esto significa que el futuro de la fruticultura está atado a una nueva devaluación? Terminantemente, no. Un sistema productivo como en el del Valle de Río Negro y Neuquén logra competitividad sistémica cuando las variables claves de la actividad se alinean para ello. Devaluar hoy sin modificar otros parámetros de la economía, sería más de lo mismo que se viene aplicando en la argentina en estos últimos 60 años. La administración de Javier Milei, por ahora, esta ingresando en esta misma encrucijada.
Para poder lograr competitividad sistémica, la fruticultura regional debería contar con:
- Cambios en la política tributaria. Esto permitiría disminuir sensiblemente la presión impositiva sobre la actividad e impulsar un progresivo blanqueo en el sector teniendo en cuenta que más del 50% de la cadena comercial de frutas en el país tiene algún tipo de irregularidad fiscal (subfacturación, elusión, evasión, etc.). Corrigiendo estos desvíos, en el largo plazo, la recaudación fiscal tendería a crecer producto del creciente desarrollo que podría lograr la actividad.
- Cambios en las leyes laborales. Esto sin dudas permitiría adecuar la actividad, intensiva en mano de obra, a la realidad de sus costos de producción. La actividad deberá contar con una modernización sobre sus contratos de trabajo, tal como ocurre en el resto de los países productores de frutas. Y esto no significa bajar salarios a los trabajadores, lejos debe estar ello de un proyecto de modernización laboral.
- Cambio en el sistema financiero. El país necesita una reforma financiera, apuntando fundamentalmente a los costos que hoy tiene que soportar cualquier pyme que quiera acceder a un crédito. Sin capital de trabajo, la fruticultura regional no tiene posibilidades alguna para competir. Invertir en todo tipo de tecnología aumenta la productividad del sistema, y con ella la baja de costos operativos, con lo que puede llegar en forma competitiva a los mercados externos.
Si se corrigen estas tres variables mencionadas párrafos arriba (tributaria, laboral y financiera), la incidencia del tipo de cambio seguramente pasaría a un segundo plano, ya que la competitividad estaría sustentada en las otras variables.
El Gobierno Nacional está poniendo hoy toda su energía en anclar el tipo de cambio, y pareciera que no acelera sus decisiones de impulsar las reformas que necesita la economía para poder crecer en todas sus ramas productivas. Y este ‘delay’ puede ser muy problemático para la fruticultura ya que en la medida que se profundice el retraso cambiario sin que sea compensado por las otras variables, el quebranto de muchas empresas estará a la orden del día. No hay que ir mucho más atrás en nuestra historia. Procesos históricos como el final de «La tablita de Martínez de Hoz» y los últimos tiempos de la «Convertibilidad», son puntos de inflexión donde el ancla cambiaria terminó no pudiendo torcer la realidad de los acontecimientos.
*Periodista, La Mañana de Neuquén.