La tablita de Martínez de Hoz ¿un preanuncio para Milei?

(Por Julián Zícari*).- Estamos en fechas cercanas a cumplirse un nuevo aniversario del golpe militar ocurrido el 24 de marzo de 1976. No solo la fecha nos obliga a recordar nuestro pasado sino que también nos interpela en términos económicos, pues en aquél momento se aplicó un esquema cambiario muy similar al actual y que terminó muy mal. Por lo tanto, revisar aquella experiencia del pasado puede alertarnos sobre lo que pudiera ocurrir en el futuro. Veamos esto con detenimiento.

Cuando se produjo el golpe militar la tasa de inflación era muy alta, con valores de hiperinflación. Incluso el ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, tal como haría Javier Milei al asumir, llegó a decir que de no actuar rápido podría ocurrir una inflación del 17.000 por ciento.

Martínez de Hoz para controlar la inflación probó de todo: liberó variables claves de la economía, controló e hizo caer fuerte los salarios, aplicó una “tregua de precios”, hizo apretones monetarios, subió las tasas de interés, abrió la economía, recortó mucho el gasto público, indujo recesiones y demás. Pero nada funcionó. Los primeros años fueron muy malos en términos de inflación, donde ya para finde de 1978 los niveles todavía eran altos y no parecían que pudieran descender. La inflación minorista de 1976 fue 444%, la de 1977 de 176% y la de 1978 de 178%.

Cuando en la segunda mitad de 1978 comenzó la llamada “segunda presidencia de Videla” y se declaró “la victoria sobre la subversión”, se estableció como objetivo central que la inflación debía bajar por lo menos a valores de dos dígitos para marzo de 1981, momento en que el presidente Videla sería reemplazado por otro militar.

Más allá de estos cambios, Martínez de Hoz debía continuar con el mandato máximo de que no hubiera alto desempleo, pues los militares decían que “todo desocupado es un guerrillero en potencia”.

Fue así que a fines de 1978 se lanzó la famosa “tablita cambiaria”, que era un esquema de devaluaciones periódicas preanunciadas.

En los hechos la tablita comenzó a realizar sus devaluaciones, pero siempre lo hizo muy por detrás de la tasa de inflación, por lo que funcionó como un ancla anti-inflacionaria. Algo muy parecido al esquema actual de Milei y en el que ambos programas generan un tipo de cambio cada vez más atrasado.

La tablita no funcionó como se anticipó durante los primeros 9 meses por tres grandes causas: el temor frente a la virtual guerra con Chile (que llenó de incertidumbre el mercado, recalentando los precios), el shock petrolero internacional de marzo de 1979 y la disparada del precio de la carne. No obstante, desde septiembre de 1979 la inflación, tanto la mayorista como la minorista, comenzó a caer todos los meses.

Así, la inflación se desaceleró durante un año sistemáticamente. Además, la actividad económica se recuperó al 10% en 1979 y el desempleo (mandato central de la Junta Militar) se ubicó en el 2%. A la postre, también hubo una palpable recuperación salarial.

El equipo económico estuvo exultante con estos resultados.

Sin embargo, a pesar de lo que parecían éxitos momentáneos, se estaban acumulando diversos problemas que se fueron agudizando con el paso del tiempo.

El atraso cambiario era el más palpable de todos. Esto hacía que quiebren miles de empresas locales y también generó una onerosa pérdida de rentabilidad para el campo. Desde el segundo semestre de 1979 el saldo de bienes se volvió negativo existiendo una avalancha de importaciones producto de la apertura económica cada vez más agresiva, lo que generó el déficit comercial más grande de la historia hasta entonces. Por su parte, con el dólar barato, se alentaba los viajes turísticos al exterior, lo que fue otro canal sensible a la fuga de divisas tras el famoso “deme dos” y la llamada “plata dulce”.

A todo esto, debemos sumar la sequía de ese año, también que en el primer semestre de 1980 existió la terrible crisis bancaria (con fuertes corridas) que hizo que quiebren muchos bancos y financieras, como además la agresiva suba de tasas de interés de la Reserva Federal en Estados Unidos. Pero lo peor ocurriría desde septiembre de 1980 cuando se dispuso el recambio presidencial por el cual en marzo de 1981 se pactó que Videla fuera reemplazado por Viola. Esto alteró todo todavía más, golpeando las expectativas, pilar del programa.

Todo comenzó a ir de mal en peor. El dólar quedaba cada vez más atrasado, se acumulaba un déficit comercial enorme, proliferaban los viajes turísticos al exterior, la apertura se radicalizaba más con el fin de disciplinar precios, se fundían las empresas y el gobierno dejó de tener facilidad para endeudarse y financiar todo este esquema.

Cuando se empezó a advertir que ya la tablita era cada vez más insostenible y que habría (inevitablemente) una brusca corrección cambiaria, anticipando una fuerte devaluación, los ataques especulativos se agigantaron.

La famosa “bicicleta financiera” (el carry trade) de aquel entonces se estaba quedando sin sus pedales. Por eso, tal vez lo más duro de todo haya sido el fuerte desarme de posiciones en pesos para pasarse a dólares que se produjo.

Es que Martínez de Hoz había estado alentando políticas especulativas, con tasas de interés altas a nivel internacional que favorecían el ingreso de capitales del exterior. Pero ahora los tiempos habían cambiado. Los capitales ya no ingresaban, sino que se desvivían por salir a un dólar todavía barato, anticipando una devaluación próxima.

De este modo, los capitales y los depósitos bancarios aceleraron su fuga desde septiembre de 1980 y las reservas del Banco Central comenzaron a caer. Serían seis meses consecutivos de desplome de estas variables llevando a toda la economía a un extremo.

Martínez de Hoz estaba desesperado, pues no tenía manera de salir de la tablita sin devaluar y sin destruir su programa anti-inflacionario. Pero si no devaluaba estaba próximo a quedarse sin reservas y a que todo explotara. La situación devino dramática.

Así a fin de diciembre de 1980 se terminó la tablita y en enero se la reemplazó por un sistema de bandas cambiarias, lo cual no funcionó mucho.

Ya en febrero se realizó una devaluación del 10% para descomprimir la tensión cambiaria, pero eso tampoco trajo calma sino que agudizó el nerviosismo bursátil.

Cuando en marzo Martínez de Hoz tuvo su reemplazante, Lorenzo Sigaut, este no pudo controlar la divisa y existió desde entonces una sucesión caótica de devaluaciones que continuaron hundiendo la economía, dispararon la inflación y sumergieron todo en un caos aún mayor.

El resultado final de la tablita fue reavivar la tasa devaluatoria y acelerar la inflación. El saldo comercial fue catastrófico, dañando la industria, el salario, al campo, al sistema bancario y aumentando la deuda. Así aumentó la pobreza y en pocos meses Viola sufriría un golpe interno que lo despojaría del poder al ser tan terrible la situación.

Esperemos que Milei aprenda de las lecciones del pasado y que su esquema cambiario no termine igual.

*Economista. Doctor en Ciencias Sociales. Investigador del Conicet.