No es el campo, es el dólar

(Por Ignacio Fidanza*).- El gobierno se asustó con las fuertes remarcaciones de precios, en torno al 10%, que se activaron en el inicio del nuevo sistema cambiario de flotación entre bandas. La expresión más visible de ese temor fue la reacción pública del ministro Caputo contra las firmas de consumo masivo Molinos y Unilever.
Pero por atrás del tuit del ministro se tomó una decisión de política económica: hundir todo lo que se pueda el valor del dólar, si es posible incluso por debajo del valor que tenía antes de la devaluación inicial del nuevo esquema cambiario. Esto es, en la franja de los 1.000 pesos .
Ya se sabe que para Milei la inflación en todo momento y lugar es un fenómeno monetario, pero en la Argentina los precios miran el dólar. Eso no lo dice Milei, pero lo hace. Planchar el dólar es su principal política desinflacionaria. Y esto es lo que estamos viendo, el plan dentro del plan.
El inconveniente de esta decisión, comprensible, es que complica la exigente meta de acumulación de reservas que el FMI incluyó en el acuerdo: 4.500 millones de dólares a junio. Como se sabe, el Fondo prioriza que los países deudores junten los dólares para pagarle, por sobre la inflación que castiga a sus ciudadanos.
En un mundo feliz, el Gobierno fija el dólar en 1.000 pesos, el campo liquida su cosecha y se acumulan las reservas para pagarle al FMI. Excepto, que no ocurre. La constatación la tuvimos este martes cuando el Central ofreció comprar 500 millones de dólares a 999,99 pesos por dólar y no apareció ningún interesado en vender. El gobierno envió una señal de precio al mercado, que se la devolvió con un amable mensaje: «Gracias, pero no, gracias».
Las exportadoras de granos que se nuclean en CIARA, que son las que realmente fijan el precio del dólar en la Argentina, pretenden un dólar ubicado entre los 1.250 y los 1.300 pesos. Esa es la franja de flotación real que imagina este actor clave de la economía argentina. No el océano que va de 1.000 a 1.400.
Esta discusión explica el enojo tan kirchnerista contra el campo que estos días puede observarse en los libertarios, que llegaron a la extravagancia de reivindicar las retenciones móviles de Martín Lousteau.
Uno de los técnicos del FMI que negoció en nuevo plan con la Argentina le comentó esta semana a un economista, que suele ser objeto de los ataques tuiteros del Presidente, el malestar del organismo con la decisión del gobierno de volver a empujar el atraso cambiario. «El Fondo quería un dólar en la franja de los 1.300 pesos», confirmó un dirigente político al tanto de ese debate. Tiene su lógica, el FMI quiere dólares, las cerealeras tienen dólares, las cerealeras quieren un dólar a 1.300, entonces el FMI pide un dólar a 1.300.
No les ha faltado astucia a Milei y Caputo en el jiu jitsu brasileño que le aplicaron al Fondo. Desesperados, porque se habían quedado sin reservas, apuraron el acuerdo y aceptaron todas las condiciones que semanas antes rechazaban con furia: devaluar, flotar, levantar el cepo. Pero una vez que ingresaron los fondos, armaron el plan dentro del plan y regresaron a su viejo esquema de dólar semi fijo y atrasado.
La convicción del Presidente y su ministro, que la economía argentina necesita un valor del dólar lo más fijo posible para ordenarse, es consistente con la historia del país. Explica además la dificultad para rearmar el carry trade. Por eso, la verdadera discusión no es flotar o no flotar, sino sobre el valor del dólar. Para el FMI, como escribió en el acuerdo, cuando valía 1.097 pesos estaba atrasado entre un 15% y un 25%, mientras que para Milei y Caputo tiene que bajar a 1.000 pesos.
Por supuesto que hay una especulación electoral. Si la inflación se acelera y se acerca a los dos dígitos que insinuaron las remarcaciones que dispararon todas las notificaciones en la Casa Rosada, los libertarios se asoman a la zona de la muerte a la que ingresó Massa cuando perdió la elección. Con un agravante: un dólar a 1.300 disuelve el relato libertario que aquí no hubo una devaluación.
Por eso, la administración libertaria tiene una razón de supervivencia política para defender el atraso cambiario. Difícil encontrar un argumento más importante para un gobierno.
La pregunta entonces es: ¿Están Milei y Caputo en condiciones de aguantar este dólar hasta las elecciones de octubre? Muy parecida a la pregunta que imperaba antes del «nuevo» acuerdo con el Fondo, porque se sabe, la Argentina no es un país, es un laberinto.
*Fundador y director de La Política Online.