El palacio y la calle ● Mariano Ferrari
Miguel Bonasso escribió un libro que relata los sucesos de la crisis del 2001 combinando los acontecimientos dentro de la Casa Rosada y la rebelión de la calle.
En el texto, altamente recomendable, Bonasso pinta las diferencias entre las instancias políticas –previas y posteriores- y los saqueos, cacerolazos y asambleas populares.
Esas realidades contrapuestas pero complementarias, se resumen en el título: El palacio y la calle.
La metáfora puede aplicarse a este momento de Río Negro: un Gobierno encerrado en el palacio, sin interlocutores con la calle.
Prueba de ello es el mal momento que vivió el viernes Alberto Weretilneck en Bariloche.
Nadie campeó la tormenta.
Es cierto que el hecho que motivó la protesta de taxistas ocurrió la madrugada anterior, pero el encontronazo con el mandatario fue a media mañana. Hubo tiempo para reaccionar. Pero igual que en Viedma, no se evaluó lo que sucedía en la calle.
Otra vez, Weretilneck puso la cara y quedó solo en medio de las protestas. Los trabajadores también reclamaron medidas de seguridad a la intendenta interina María Eugenia Martínez, y al senador Miguel Pichetto. Pero el gabinete brilló por su ausencia.
El gobierno adolece de ministros políticos: Hugo Lastra y Luis Di Giácomo no cumplen ese rol. Por lo tanto, no hay interlocutores válidos entre el palacio y la calle.
En Bariloche fallaron los teléfonos. Concejales, legisladores, líderes sindicales. Ninguno morigeró la protesta ni la desactivó. La fiesta por el 111° aniversario de la ciudad se empañó. Y otra vez el gobernador quedó expuesto a críticas.
Hubo un intento de evitarlas. La administración provincial dio marcha atrás y otorgó asueto el viernes. Pero la misma reacción no se tuvo frente a la movilización del viernes. Llamativa falta de cintura política, teniendo en cuenta el diagnóstico de conflictividad social que el gobierno tiene de la ciudad, fundamentalmente después de los saqueos que derivaron en la salida de Omar Goye del municipio.
Bariloche fue, en la gestión de Miguel Saiz, un territorio inestable y al que jamás se le encontró la solución.
Bariloche será, la antesala electoral a octubre.
Pero esta separación entre el palacio y la calle se visualiza en otros ámbitos y temáticas.
Hay una saludable idea fuerza en el sector progresista del gobierno: ganar la calle. Para ello se han puesto en funcionamiento resortes ministeriales que, apoyándose en las estructuras institucionales, retoman una visión militante del Estado para reconstruir el tejido social.
Pero allí también faltan amalgamas. La falencia es computable a la inexperiencia en la gestión y sobre todo al cambio de paradigma: se pretende erradicar a punteros políticos y establecer al trabajador de base.
El radicalismo, fundamentalmente desde el gobierno de Pablo Verani, mercantilizó la tarea política. Todo y todos tenían un precio. El marco nacional lo dio el menemismo.
Pero ese ejército de punteros estatales le permitió a las sucesivas administraciones de la UCR contar con alertas sociales y contener protestas. Incluso esa fue su base para formar una maquinaria electoral que durante 28 años fue imbatible.
Es loable que la prevención del delito tenga como aliada a la sociedad civil, que los programas sociales estén conducidos por gente idónea y sean ejecutados a través de cooperativas, que la escuelas sean tomadas como diques de contención de niños y jóvenes dando igualdad de oportunidades.
Pero esas gestiones tienen que estar acompañadas por resortes políticos.
La Secretaría de Seguridad milita en las bases de la Policía el documento preliminar de la reforma de la ley orgánica, pero sobran protestas en los cuadros medios.
Educación cierra en paritarias aumento para docentes e implementa un sistema de horas libres cero, y choca con la resistencia de la Unter. Incluso con sectores afines. Justo este año, donde habrá elecciones en ese sindicato.
Acción Social transfiere becados al sistema de contrato y sufre críticas de Martín Soria.
Para colmo, muchas de esas ideas y acciones chocan con la caja única del Ministerio de Economía.
Sin embargo, la distancia entre el palacio y la calle no es potestad exclusiva de la gestión Weretilneck.
En la capital provincial se dio de baja el programa “Viedma te quiere bien”, un espacio de contención de jóvenes que fue muy promocionado en los últimos meses.
Eso generó mucha incertidumbre en los 70 adolescentes que están nucleados allí. Su tarea era intervenir artísticamente sus barrios. Recibían un subsidio por ello, pero sus tutores debían dar cuenta de avances escolares para que pudieran renovar el beneficio.
La tarea de los gobiernos será entonces achicar esa brecha entre el palacio y la calle.
Por Mariano Ferrari
@tatoferrari