Los retrógrados y pacatos ● Susana Dieguez
El Ministerio de Educación de la Nación distribuyó a todas las bibliotecas de las escuelas secundarias de nuestro país varios ejemplares de historietas. Las mismas han sido incorporadas en el marco del Operativo Nacional de Entrega de Libros, los cuales fueron seleccionados y aprobados por una Comisión Asesora Federal que se encuentra integrada por especialistas en literatura infantil y juvenil designados por cada una de las 24 jurisdicciones.
La intención es que el material se encuentre dentro de las bibliotecas de las escuelas, no sea de carácter obligatorio y su lectura sea orientada y contextualizada por el bibliotecario. Es interesante pensar el género en cuestión, ya que las historietas tienen un valor artístico, son un modo de representar la realidad, no son la realidad en concreto, y éste es un aporte productivo y enriquecedor para trabajar con los jóvenes.
Además, la incorporación de nuevos géneros, que comprenden determinados formatos y lenguajes menos explorados -con sus particularidades- permite el conocimiento de nuevos relatos, y esa parece ser una función fundamental de la escuela.
Lamentablemente estas publicaciones se vieron teñidas por fuertes críticas, por acusarlas de contener sexo explícito y pornografía, tanto en sus dibujos como en sus textos. Los retrógrados y pacatos que siempre aparecen ante estas iniciativas, y que suelen ser de lo más vociferantes, pusieron el grito en el cielo denunciando, a través de los medios de comunicación, que las historietas se encontraban “fuera de lugar para el ámbito escolar por contener escenas de asesinatos, violaciones, escenas de desnudo, lenguaje inapropiado, uso de drogas y burlas a la Iglesia Católica. También tratan de una manera peyorativa el trabajo periodístico” (sic).
Es importante mencionar sólo algunos de los creadores de las historietas en cuestión ya que se trata de prestigiosos escritores, ilustradores y editores. En la lista está “Peter Capusotto”, el libro de Diego Capusotto y Pedro Saborido, publicado por Random House/Sudamericana; “Asquerosología en acción” de Sylvia Branzei, publicado por Iamiqué; “Perramus” de Juan Sasturain y Alberto Breccia, publicado por Ediciones De la Flor, entre otros. Lo paradójico es que, mientras algunos se rasgan las vestiduras porque en las historietas aparece un lenguaje explícito o dibujos de mujeres y hombres desnudos –obviamente con una historia detrás- en las escuelas, de gestión pública y privada, de todo el país se implementa la Educación Sexual Integral (ESI), acercando información a los niños y jóvenes, entendiendo a la sexualidad como un concepto amplio que atraviesa la vida de los sujetos desde sus diferentes concepciones, desde lo biológicos, psicológicos, social, cultural, afectivo, ético y jurídico. Esta contradicción pone de manifiesto que este escándalo social, puritano y reaccionario, que pretende hacer creer que con estas lecturas se lastiman subjetividades o se estimula la perversión adolescente, en realidad, esconden un profundo temor a la sexualidad, a hablar de los temas cotidianos, concretos y reales que viven nuestros jóvenes, sus temores, sus deseos, sus ganas de amar y de ser amados, e incluso un temor a los propios jóvenes.
El Estado, desde el Ministerio de Educación Nacional y Provincial, a través de las políticas implementadas en las escuelas, pretende visualizar los conflictos, poner de manifiesto la realidad de los estudiantes, hablar de los hábitos, de los deseos, y ese es el camino por dónde pretenden transitar ideológica y prácticamente nuestras escuelas, por la vía de la comunicación, de la expresión manifiesta de lo que nos pasa, vivimos y sentimos, porque sólo a través de la libertad se puede transformar la realidad.
Susana Dieguez
Dip FpV