¿Que es el peronismo? ● Jorge Castañeda
Es tal vez la pregunta más interesante de toda la historia política argentina. Y para ella habrá mil respuestas, porque debemos comenzar afirmando que el peronismo es una mística, un sentimiento que tiene infinitas aristas y para todo gusto. Y también es una ética. No en vano su creador, el general Juan Domingo Perón, citando a sus filósofos preferidos –los estoicos- sostenía como ellos que la “ética culmina en la política”.
Y también siempre solía amonestar que el Justicialismo era “una doctrina puesta en movimiento”, diferenciando entre el movimiento y el partido político, al cual solamente concebía como una herramienta electoral.
Formado intelectualmente con la lectura de los clásicos, destacando las “Vidas paralelas” de Plutarco, que le había regalado su padre, sabía perfectamente que para transformar las estructuras de una sociedad y ponerla al ritmo de la evolución (porque de eso trata una revolución) debía tener tres componentes: el pueblo, la doctrina y el conductor. Cuando algunos de esos tres componentes fallan ninguna acción podrá perdurar en el tiempo.
Por eso primeramente debemos expresar que el peronismo fue lo que Perón quiso que fuera: una mística, un sentimiento, una expresión profundamente nacional, una doctrina al servicio de los más desposeídos, y muy especialmente un imperativo moral con los paradigmas que alguna vez encumbro el cristianismo y que a su decir encarnó Licurgo, el legendario legislador espartano, al cual llamó el primer justicialista. Y en ese mismo pensamiento altruista supo también decir que Raúl Scalabrini Ortíz ejerció la primera magistratura moral de la Nación.
En síntesis el peronismo en la visión magistral de Perón es una propuesta moral que enmarca las acciones de los hombres en una “comunidad organizada”, donde la honestidad, la probidad, la capacidad y la solidaridad son los valores genuinos y los ejemplos que se deben dar para poder gobernar con el ejemplo.
Merece destacarse un párrafo muy interesante de sus memorias donde dice lo siguiente: “En la escala de mis ambiciones, la primera prioridad ha estado siempre en la posibilidad de hacer el bien. Por eso nunca me abandonó el recuerdo de mis primeros amigos, los peones. Nunca he podido explicarme el amor a la patria alejado de este concepto humano, como tampoco me explico la grandeza de la patria sin un pueblo feliz, porque prefiero un pequeño país de hombres felices a una gran nación de individuos desgraciados. Son puntos de vista. Yo comprendo a los hombres que sólo trabajan para ellos y considero justo que reciban el beneficio material de sus afanes, pero mucho mejor comprendo a los que trabajan para los demás, sin esperar otro beneficio que la satisfacción de hacer el bien en la medida de sus posibilidades. Entiendo que en la naturaleza humana existe también una mezcla de valores: hay que formar hombres buenos y sólo después capacitarlos, porque la capacitación de los malvados no puede acarrear sino desgracias para sus semejantes”.
“Recuerdo siempre a Séneca, que en su escuela filosófica sabía aconsejar la meditación que él llamaba “la conversación consigo mismo”, y cuando sus alumnos estaban en meditación, pasaba junto a ellos y les preguntaba: “Qué estáis haciendo?” y cuando le contestaban “conversando conmigo mismo”, él respondía: “Ten cuidado, no vayas a estar hablando con una mala persona”.
Siempre he pensado que, por encima de todos los valores materiales, están los valores permanentes del espíritu, que son los únicos eternos. Podré haberme equivocado en la solución de muchos problemas de gobierno, pero aseguro que jamás me he equivocado cuando se ha tratado de premiar las virtudes de los hombres o hacer la felicidad de mi pueblo”.
“Yo entiendo así el gobierno, porque considero que lo más lindo de ser gobernador es el hombre, aún con todas sus flaquezas y deformaciones. Por eso la tecnificación en todos sus aspectos tiene papa mí sus limitaciones cuando deshumaniza”.
“”Una ajustada técnica de gobierno comienza a ser negativa cuando se olvida que el gobierno es para el hombre, y no el hombre para el gobierno”.
Hasta aquí la reflexión de Perón que da una de las respuestas más cabales de lo que fue y debe ser el peronismo: una doctrina puesta al servicio del hombre, con imperativos morales que nunca deben ser claudicados.
Cada compañero deberá sacar sus propias conclusiones y obrar en consecuencia y cada ciudadano de nuestro país debe volver a recuperar la síntesis magistral del Justicialismo: “Para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino”.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta