Muchos diagnósticos, pocas respuestas ● Jorge Ocampos
El cuidado de las fuentes de agua dulce debe ser una de las principales responsabilidades de los administradores del Estado, en sus distintos niveles.
Son obligaciones indelegables e ineludibles, porque de su preservación depende la vida, en todas sus manifestaciones.
El rio Negro es un recurso natural extraordinario, para la región y con características que lo hacen envidiable en el país y en el mundo.
Su existencia fue la base sobre la cual se fundó un polo productivo e industrial sobre el que se asentó el crecimiento demográfico de la región, concentrado en distintos centros urbanos.
Pareciera que la decadencia de la economía madre de la región –producto de modelos económicos que marginaron la producción primaria y el agregado de valor-, fuera acompañada por un marcado desinterés por el cuidado de la calidad de las aguas, que son agredidas desde hace décadas por derrames de efluentes cloacales e industriales sin un adecuado tratamiento.
Siempre se utilizó el irresponsable razonamiento que los caudales del Negro y de sus afluentes el Limay y el Neuquén tenían capacidad para “autodepurarse”, es decir que resistían la invasión, en grandes volúmenes, de elementos contaminantes.
Irresponsable y falaz. Porque todo tiene sus límites.
Y para el caso de las fuentes de agua dulce, debiera establecerse la llamada “tolerancia cero” para las acciones contaminantes, provengan desde donde provengan.
En el caso que nos ocupa, la contaminación del Negro, vemos con alarma que se ha naturalizado que hayan sectores del rio y de sus costas que estén contaminados, como el caso de la isla Jordán y otros puntos ubicados aguas abajo.
La contaminación tiene efectos definidos sea quien sea el emisor; pero la acción en si misma se agrava cuando es el Estado, a través de distintos organismos y actividades, el que lo produce o lo permite.
La ciudad de Neuquén contamina el curso inferior del Limay, y lo traslada al Negro, desde su planta Tronador, obsoleta desde hace años; Plottier hace lo propio, por un ineficiente sistema de tratamiento de efluentes. Miles de litros o metros cúbicos de efluentes cloacales se arrojan diariamente a las aguas cristalinas y puras que derivan de las grandes represas.
Cipolletti hace lo propio a través de un caño maestro que lleva los líquidos cloacales al rio negó.
Desde el rio Neuquén también se aportan elementos contaminantes, desde Centenario, el Parque Industrial de Neuquen y algunas salidas de cloacas de barrios ubicados en el sector norte de la ciudad de Neuquén.
Ante este panorama¸ cual ha sido la actitud de nuestro gobernantes?. Hacer lo formal: reuniones de análisis de la situación, diagnósticos, pedidos de soluciones, algunas declaraciones como para salir del paso.
Pero la situación es tan grave, por la antigüedad y sus efectos, que ya no se tolera la formalidad del pedido.
Acá estamos ante atentados contra una fuente de vida, acciones criminales, que no pueden tener atenuantes y que exigen medidas urgentes.
Ya se ha dado suficiente tiempo a las autoridades provinciales neuquinas y rionegrinas, para realizar las obras necesarias. Los gobernantes municipales agotaron su interés en reuniones y pedidos formales, la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas (AIC), se distrae y falta a una de sus obligaciones que se preservar a los ríos de la cuenca de elementos que los afecten.
Sin dudas, muchos protagonistas para tan pocos respuestas.
Jorge Ocampos –legislador provincial ARI