Dime cómo nombras a tus cosas y te diré quién eres (II) • Enrique Minetti

Para que este descomunal negocio fuera posible fue necesario un plan de aniquilamiento de las comunidades indígenas a través de una guerra ofensiva y sistemática, que Roca llevó adelante aún en contra de la opinión de muchos, entre ellos Alsina, que consideraban innecesaria la guerra y que era mejor y posible incorporar al indígena a la civilización occidental mediante medios pacíficos. Un testigo de la época decía que “Los indígenas han probado ser susceptibles de docilidad y disciplina”.

José Hernández, el insigne autor del Martín Fierro sostuvo: “Nosotros no tenemos el derecho de expulsar a los indios del territorio y menos de exterminarlos. La sociedad no hace de los gobiernos agentes de comercio, ni los faculta para labrar colosales riquezas”.

Estanislao Zeballos, tres veces Ministro de Relaciones Exteriores, opinaba que “Algunos de los feroces alzamientos de los indios fueron la justa represalia de grandes felonías de los cristianos, que los trataban como a bestias y los robaban como si fueran idiotas”.

Un conocido nuestro también opinó sobre el tema: el militar, político y escritor Álvaro Barros (una calle de nuestra ciudad lo recuerda) quien con el grado de coronel, fue designado primer gobernador de la Gobernación de la Patagonia el 21 de octubre de 1878 con jurisdicción hasta El Cabo de Hornos. La ciudad capital de la Gobernación fue Mercedes de Patagones, nombre que Barros cambió por Viedma, su denominación actual. En 1867 fundó la ciudad de Olavaria y en 1874 fue Gobernador de la Provincia de Buenos aires. Es autor de los libros Indios, fronteras y seguridad interior, Pampas del sur: fronteras y territorios federales (1872) y La guerra contra los indios (1877). En el primero de éstos, se mostró partidario de una integración pacífica de los indígenas, proponiendo:
repartir en propiedad esos campos a los indios, medidos, escriturados y amojonados; establecer entre ellos un sistema de orden que ellos mismos anhelan, porque muchos hay que han aprendido a conservar lo que adquieren y saben valorar lo que importa a la propiedad. Proporcionar pequeños recursos para que se dediquen a la labranza los que son capaces.

Posteriormente fue diputado nacional, y el día 7 de junio de 1876 denunció irregularidades dentro del Ejército Argentino en el Congreso nacional:

El Ejército Argentino -sostuvo-, siendo uno de los más deficientes y atrasados, es el más caro del mundo. El resultado económico de este desorden es notable. Mientras que el soldado alemán cuesta $ 199 fuertes por año y el francés 189, el argentino cuesta 521 y mucho más en tiempo de guerra, y sufre como ninguno y en todo tiempo, todo género de necesidades y miserias.

Con arreglo a aquellos principios de organización que con poca diferencia se observan en todos los ejércitos europeos, y han dado excelentes resultados en la guerra, el ejército argentino que consta de 8.000 soldados, estaría perfectamente servido con 270 oficiales (tiene 604) y 57 jefes de línea (tiene 302), resultando un exceso de oficiales del 89% y de jefes, del 709%.

Reconocía Álvaro Barros “el temple y cualidades, el valor y abnegación de aquellos que llamamos bárbaros, tal vez porque no se han rendido a la violencia que, en nombre de la civilización, ha tratado de imponérseles con las armas, despojándolos de cuanto poseían y reduciéndolos a la más bárbara esclavitud, cuando por utilizar sus servicios no se los ha llevado al exterminio”.

Inició un juicio contra un proveedor del Ejército, pero éste fue cerrado por orden del Ministerio de Guerra. En respuesta, Barros solicitó la baja militar, afirmando que: V.E. considera inútiles mis servicios y no debo continuar siendo gravoso al Estado.

En abril de 1879 se lanzó el ataque final: cinco divisiones que sumaban 6000 hombres avanzaron hacia el Río Negro. De acuerdo a la Memoria presentada por el ministro de Guerra, 1313 indios de lanza resultaron muertos y 1271 tomados prisioneros; cinco caciques principales fueron tomados prisioneros y uno fue muerto; 10.513 indios de chusma –mujeres y niños– fueron tomados prisioneros, y otros 1049 fueron reducidos. De acuerdo al informe presentado por Roca ante el Congreso, se habían tomado como prisioneros a 10.539 mujeres y niños y 2.320 guerreros.

Las tribus que sobrevivieron fueron desplazadas a las zonas más periféricas y estériles de la Patagonia. Unos 10.000 nativos fueron tomados prisioneros y unos 3.000 enviados a Buenos Aires, donde eran separados por sexo, a fin de evitar que procrearan hijos. Las mujeres fueron dispersas por los diferentes barrios de la ciudad como sirvientas, mientras una parte de los hombres fueron enviados a la isla Martín García, donde murieron, en su gran mayoría, a los pocos años de reclusión.

Un diario porteño de la época, El Nacional. bajo el título “Entrega de indios” relataba: “Los miércoles y viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficiencia”.

El 21 de enero de 1879, el diario La Nación publicó la siguiente crónica:
Llegan los indios prisioneros con sus familias a los cuales los trajeron caminando en su mayor parte o en carros, la desesperación, el llanto no cesa, se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano los hombres indios se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra el seno al hijo de sus entrañas, el padre indio se cruza por delante para defender a su familia de los avances de la civilización.

Y todo en nombre de la civilización occidental y cristiana. Me pregunto: ¿quién es el salvaje en esta historia?

El hijo homónimo del benemérito financista de la campaña, José Alfredo Martínez de Hoz, fue ministro de Economía del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

Joe, como lo llamaban, estaba procesado en la causa por el secuestro extorsivo de los dueños de la compañía Sadeco, Federico Gutheim y su hijo Miguel. Según la investigación, Gutheim había ganado la licitación por una exportación de fibra de algodón a Hong Kong por 12 millones de dólares y habría sido presionado para compartir la licitación con una firma multinacional «que contaba con la participación activa del entonces ministro de Economía Martínez de Hoz». Tras no aceptar la propuesta, en 1976 fue detenido junto a su hijo y trasladados al Departamento Central de la Policía Federal y a la cárcel de Caseros.

ENRIQUE MINETTI

El próximo domingo, tercera y última entrega